Podemos discutir si Karl Marx tuvo éxito o no como economista. Por un lado, su influencia y difusión es absolutamente indiscutida, incluso en la actualidad. Claro que tampoco se puede dejar de lado que la aplicación de su modelo fallido trajo violencia, dictadura, miseria y muerte donde se ha buscado implementar. Su presagio sobre la inevitabilidad del socialismo, que seguiría al colapso del capitalismo, no ocurrió nunca. El epicentro de sus ideas tuvo lugar y se desarrolló en una sociedad casi agraria. No como él aseguró que sucedería a consecuencia del agotamiento proletario en la sociedad industrial.
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Sin embargo, donde más la pifió fue con la proyección de la implementación de su “socialismo científico”. A la “dictadura del proletariado”, lo único que le siguió fue más “dictadura del proletariado”. Finalmente, a la ausencia de la utopía de la sociedad sin clases, la terminó reemplazando la ignominia de los explotados y la rebeldía contra el sistema que Marx diseñó desde sus errores económicos y su soberbia intelectual. No obstante, una de las frases que nada tiene que ver con la economía, y que es una de las más citadas del autor de El capital y el Manifiesto comunista, terminó siendo más asertiva que toda su doctrina dura.
“La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”, escribió Marx, en homenaje a Hegel, al inicio de su 18 de Brumario de Luis Bonaparte. La actualidad del peronismo en Argentina, si pensamos en el Frente de Todos de Alberto Fernández y Cristina Kirchner y el último gobierno de Perón de 1973, brinda una representación bastante clara de esta idea.
Salvando las distancias, aquel gobierno fallido, que terminó con el golpe de Estado de 1976, tiene varias similitudes con el desastre que hoy gobierna la Argentina. El denominador común más importante podría ser la irresponsabilidad total y la ambición de poder. Primero por Juan Domingo Perón, del que se cumplen 48 años de su muerte y ahora por CFK. Repasemos ambos procesos.
En sus años de exilio, el fundador del Partido Justicialista hizo todo lo posible para generar la desestabilización en el territorio nacional que fomente su retorno triunfal. Para eso, empoderó a la extrema derecha y a la extrema izquierda de su movimiento. Hizo compromisos absolutamente contrapuestos y contradictorios con ambos espacios, lo que generó el desastre total a la hora de asumir por tercera vez la presidencia argentina.
A los Montoneros les contaba un peronismo en clave actual de guerra fría y les decía que, luego de tomar el poder, impulstaría el socialismo en Argentina. A la ortodoxia sindical le prometía retornar al modelo peronista filofascista original y le aseguraba que a la izquierda solamente la estaba utilizando. Ambos espacios hicieron lo suyo, Perón volvió, pero su experimento le explotó en la cara. Cuando se recostó sobre la derecha, la “juventud maravillosa”, en lugar de quedarse en su lugar, lo enfrentó con fuego y balas, desconociendo su liderazgo y autoridad. Murió en medio del desastre orquestado por la guerrilla y el terrorismo de Estado el 1 de julio de 1974. Su irresponsabilidad y ambición terminó en un baño de sangre que manchó a esta nación y dejó miles de víctimas.
Como dijo Marx, la historia se repitió, pero afortunadamente nada más que como una farsa. En lugar del baño de sangre y la violencia, en Argentina no hay más que otro colapso económico y un poco más de decadencia. Algo grave si se compara la situación con otros países más civilizados, pero poca cosa en comparación con el desastre del Perón original.
Como el Frente Justicialista de Liberación, el Frente de Todos estaba fallido antes de empezar. No era una alianza tirada de los pelos entre la extrema izquierda y la extrema derecha peronista, pero sí un intento imposible de conciliar intereses absolutamente contrapuestos. El de Sergio Massa y su sueño presidencial en el futuro, el de un Alberto Fernández que en su cabeza vislumbraba ser una síntesis entre Raúl Alfonsín y Andrés Manuel López Obrador, sumado a la agenda imposible de Cristina Kirchner.
Luego de dos años de improvisación y contradicciones predecibles, las elecciones de medio término de 2021 dejaron en evidencia que la mayoría de la ciudadanía argentina ya no quería saber más nada con este Frankestein neoperonista y, como era de esperar, todo voló por los aires. Afortunadamente, hoy no contamos bombas y atentados, solamente la avanzada del riesgo país, el aumento del dólar y la tradicional inflación nacional. Como dijimos, es malo, pero podría ser peor. Desafortunadamente, todavía quedan dos años de derrotero decadente. Al menos no habrá golpe de Estado.