Si un extraterrestre lograra interceptar las redes sociales del mundillo politiquero argentino, seguramente piense que esas personas que discuten con pasión viven en el mejor de los mundos. Es que no parece racional que en medio del desastre económico y político de la Argentina la ciudadanía se dedique a hablar de temas que nada tienen que ver con las preocupaciones de la gente de a pie. En la jornada de ayer, luego que le preguntaran al diputado libertario Javier Milei su posición sobre un eventual sistema de compra-venta de bebés, volvió a explotar un acalorado y poco productivo debate.
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En primer lugar, con poco y nada de fundamentos, se opinó ligeramente sobre la compatibilidad o incompatibilidad del liberalismo como sistema político y económico, con respecto a la extraña y eventual “transacción”. Por lo tanto, es pertinente aclarar un par de cuestiones, sobre todo en un momento de auge de las ideas liberales, pero todavía con mucha ignorancia general al respecto de las mismas.
Lo que primero apareció, sobre todo en Twitter, incluso en cuentas de usuarios que se denominan (o autoperciben) “liberales” fue una durísima crítica, que podría ser válida con respecto a la cuestión de fondo, pero con otros argumentos equivocados que desvirtuaron el debate.
Se señaló que, de permitirse la compra-venta de bebés, tendrían lugar toda serie de atrocidades. Por ejemplo, la utilización de los órganos sanos de la criatura para trasplantarlos en un hijo biológico enfermo, la utilización del sujeto comprado como un eventual esclavo e incluso repudiaron la inmunda posibilidad de comprar un niño como para utilizarlo con la finalidad de cometer abusos sexuales.
Antes que nada, todas estas aberraciones, desafortunadamente, existen en sociedades oscuras, donde rigen los modelos políticos más antiliberales. El liberalismo, que es mucho más que un sistema económico capitalista de libre mercado, es el enemigo conceptual más grande a cualquier abuso en contra de los individuos. Ya sea, a manos de otras personas o del Estado mismo.
La idea liberal, que analiza el mundo y sus circunstancias mediante el individualismo metodológico, considera que cada persona es sagrada, dueña de sí misma y de su libertad. No hay otra tradición política o ideología que respete más al individuo que el liberalismo. Por todo esto, sugerir que sería compatible con las ideas de la libertad “adquirir” un niño en el mercado con cualquiera de estas finalidades, que atentaran contra su libertad, integridad y vida es una falacia que solamente puede estar asociada a la ignorancia o a la mala intención.
Dejando en claro todo esto (que es tan evidente que cuesta creer que haya que expresarse al respecto), sí existen mecanismos de mercado que pueden estar vinculados a la adopción de bebés, en un marco de compatibilidad con el liberalismo. Desafortunadamente, pareciera que mucha gente no está preparada para este debate y lo descarta de plano. Recuerdo haber participado de un seminario en Europa (con otros liberales) donde propuse abrir esta discusión, pero generé un escándalo. La moderadora me interrumpió para decirme que todo eso era un “no go area”, pero, aunque incomode, sí hay métodos que explorar, que sin dudas mejorarían considerablemente este sistema alrededor del mundo.
Reconocer que las leyes económicas afectan a cuestiones que tienen que ver con los seres humanos no es para escandalizarse. Trazar una analogía entre un control de precios, que genera góndolas vacías, con el cuello de botellas del sistema de adopción (donde coordinan muy mal oferta y demanda) es una realidad. Es que, por más que la gente se escandalice, es un “mercado” con un precio regulado que es “0”.
Si se pudieran compatibilizar contratos privados, que acompañen toda la normativa alrededor de las adopciones, sin dudas que esto mejoraría considerablemente. Claro que seguiría vigente la exhaustiva investigación sobre las posibilidades con las que tiene que contar una familia adoptante: un ambiente sano, recursos económicos suficientes y, sobre todo, mucho amor para darle a una personita que no cuenta con un alguien que le cuide para crecer. Si una pareja, o una persona, está en condiciones de adoptar dentro del marco de la ley de una legislación razonable, sí podría ser compatible con el liberalismo que los que pondrán a su hijo en adopción puedan ceder la patria potestad a los interesados, que podrían brindar una compensación económica.
Claro que yo no soy el único intérprete del liberalismo ni el dueño de la verdad. Solamente, creo que, en sintonía con los principios liberales, esta podría ser una idea para ser considerada y discutida. Los que censuran el debate deberían dar más explicaciones que los partidarios de esta solución, si se quiere, “de mercado”. Cuesta creer que a alguien le horrorice más esta posibilidad, que la realidad de los chicos en orfanatos, donde muchas veces sufren abusos de todo tipo. Además, luego de la legalización del aborto, el incentivo económico podría llegar a ser una motivación para que una mujer que decida someterse a esa traumática experiencia, considere otro camino. Sobre todo, teniendo en claro que los padres adoptivos contarán con todas las garantías de una familia consolidada, apta para una adopción tradicional.
Se puede abrazar esta idea en nombre del liberalismo y, lógicamente, se puede debatirla. Pero argumentar que los que no nos cerramos a esta posibilidad, proponemos que se compren y vendan bebés en el supermercado para cualquier finalidad es una estupidez por donde se la mire.