
Cristina Fernández de Kirchner realizó una nueva aparición pública por el Día de la Bandera, en el marco de un acto sindical de la Central de Trabajadores de Argentina. Sin demasiadas sorpresas, volvió a fustigar al presidente Alberto Fernández y marcar diferencias con su misma gestión, tratando de despegarse del desastroso final que tendrá el fracasado Frente de Todos. Como en cada discurso, CFK dijo una serie de disparates económicos de antología, que fueron repudiados desde las redes sociales. Sin embargo, la platea antikirchnerista volvió a caer en los insultos y en las descalificaciones personales, sin desarticular el nudo de sus argumentos. Es que, por más fuerte que sea lo primero, si no se hace lo segundo de cara a la sociedad, ella mantendrá su lugar de influencia en la política argentina.
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Con una nutrida verborragia, que no tiene casi nadie en la oposición, Kirchner dio sus argumentos y expuso muchos números. Sin ir demasiado a detalles que no valen la pena, la vicepresidente hizo referencia al dinero que los argentinos “fugan” al exterior y señaló el alto índice de evasión fiscal que existe en el país. En su argumento, los dólares sobran, y si la gente no “fugara” el dinero y los empresarios no evadieran impuestos, se terminarían todos los problemas de la economía argentina como la inflación.
Para refutar la conclusión de Cristina, ni siquiera hay que cuestionar sus datos. Démosle la razón en que en Argentina se “fugan” dólares y se evaden fortunas. A pesar de darle como válida “la foto”, Kirchner hace agua en “la película”. Es que confunde todos los fenómenos dinámicos de la economía con los estáticos. Como más del 90 % de la clase política. Hay que decirlo.
Hagamos un esfuerzo sobrehumano para no cuestionarle el enjambre burocrático infernal que utiliza como aparato político, los subsidios a los amigos, el “gasto social” para su militancia y todo lo impresentable e insustentable de la economía kirchnerista. Aún en ese escenario de no cuestionar el déficit fiscal y dándole la razón en la necesidad de emitir dinero como único recurso para paliar el déficit fiscal, si se hace lo que ella quiere, en lugar de corregir el desajuste del Estado, todo volaría por los aires.
Es que, a pesar que se crea una gran intelectual, ella es muy torpe e ignorante. El problema es que puede ser algo más inteligente que la corta y mediocre oposición de la que ha hecho uso y abuso durante tantos años. En su cabecita, Cristina considera que, si todo el dinero que se “evade” y se “fuga”, el Estado pudiera recaudarlo, el fisco se encontraría en una situación cómoda y holgada. Como dijimos, tiene razón en la foto y se equivoca terriblemente en la película.
Hagamos el ejercicio de imaginar las arcas públicas del Estado nacional, digamos mañana, con todo este botín multimillonario, que el gobierno habría podido recaudar mediante un efectivo poder de policía. Las vacas gordas para las autoridades no durarían absolutamente nada. La próxima escena sería la debacle total, incluso para el mismo Estado.
Ignorando por completo las simples y claras enseñanzas de tantos autores como el francés Frédéric Bastiat, cuando uno genera una política concreta hay cosas que se ven y cosas que no se ven. ¿Qué es lo que ve CFK hoy? La foto estática: que le faltan recursos al Estado y que los particulares sacan dinero al extranjero y evaden al fisco. ¿Qué se le escapa? El hecho de que si logra recaudar absolutamente todo, en lugar de tener más plata las arcas públicas tendrán menos. Mucho menos.
Que muchas empresas argentinas evaden dinero es una cosa obvia. El tema es que, si no lo hicieran, el negocio no sería rentable. No es que los empresarios ganarían menos. Directamente irían a pérdida. Lo que Kirchner no logra comprender es que, gracias a los índices de evasión, sean altos o bajos, el país camina como puede. Si un emprendimiento, que hoy evade un 40 %, tiene una rentabilidad del 20 %, y es forzado eficientemente a tributar y a no fugar, esa empresa va a la quiebra. El impacto no solamente se acaba en sus dueños y empleados. El impacto económico afecta a los proveedores, clientes y toda la gente que interactúa económicamente con ellos. Si Argentina está como está con esta presión fiscal, y el Estado se torna más eficiente en sus herramientas fiscales, en lugar de acortarse el déficit fiscal, se agrandaría considerablemente: habría menos recaudación de impuestos por la quiebra masiva, mayor «malaria económica» general y más necesidad de emisión monetaria para paliar el déficit.
En lugar de mirar qué puesto ocupa Argentina en la lista mundial de evasores, debería mirar el ranking del tamaño del Estado, del gasto público y de la presión impositiva. Con esa perspectiva, la vicepresidente podría llegar a conclusiones de mayor sustentabilidad económica.
Pero mientras ella dé sus números y sus discursos, y desde la oposición se le critique en lo superficial y el público la insulte sin fundamentos más nutridos, seguirá el engaño de sus medias verdades que no son más que grandes mentiras.