El presidente argentino, Alberto Fernández, realizó este lunes una presentación con anuncios junto a su ministro de Economía, Martín Guzmán. Allí, dejó una nueva frase que quedará grabada para la posteridad en la política argentina, como ocurrió con tantas otras iniciativas tan delirantes, como fracasadas y contraproducentes. Ambos dijeron que, ante la complicada situación (que no hacen más que agravar con sus iniciativas), es necesario que los que ganaron un dinero que “no tenían previsto” paguen un nuevo impuesto que será llamado de la “renta inesperada”.
La tesis peronista no tiene desperdicio. Fernández, que también anunció unos “bonos” insignificantes para jubilados, autónomos y trabajadores informales, pidió la colaboración de los que han “ganado dinero inesperadamente”. Para el mandatario, la guerra de Rusia hizo que empresarios de sectores como el agropecuario (que ya pagan exorbitantes impuestos y retenciones) embolsaron “dinero que no tenían previsto”, por lo que deberán “colaborar con su aporte impositivo”.
“¿Dónde sentimos que está fallando nuestro proyecto? En la distribución. Porque la inflación se come gran parte de los aumentos salariales y de los ingresos para los sectores más vulnerables”, señaló como autocrítica el mandatario. Sin embargo, la descapitalización permanente que sufre Argentina, producto de estas confiscatorias medidas (como la del “impuesto a la riqueza”) no hace otra cosa que terminar perjudicando a los que menos tienen.
Otro paso más hacia la desinversión y la descapitalización de la economía argentina
En el marco de la economía de mercado capitalista, de la que en Argentina hay poco y nada, las ganancias inesperadas son parte del sistema, de la misma manera que las pérdidas. Aunque Guzmán, Kicillof, Feletti, y todos los economistas que responden tanto a Alberto como a Cristina Kirchner, comprendan la economía en términos estáticos, la rueda del mercado y los precios, gira permanentemente y es absolutamente dinámica.
De esa falla conceptual es que los cerebros del Frente de Todos vienen fracasando sistemáticamente con fallidas medidas, como los controles de precios. Todas las inversiones se realizan con la expectativa de alguna ganancia, que puede convertirse finalmente o no. Si las “pérdidas inesperadas” no fueran una posibilidad eventual, los riesgos que se tomarían a la hora de emprender serían mayores. Pero también, detrás de cada inversión, también existe la expectativa de una ganancia mayor a la que podría denominarse como “esperada”. El tema es que el deficitario y angurriento Estado argentino aparece como el socio en las ganancias y el sicario ante la mínima adversidad.
Claro que tampoco tiene nada que ver con el sistema capitalista la idea del salvataje ante el quebranto. El marcado es capitalización de ganancias y hacerse cargo de las pérdidas. El tema es que el agobio fiscal y las regulaciones abusivas de Argentina llevan a mucha gente al quebranto. Los altos costos laborales, las carísimas indemnizaciones y la imposible presión fiscal hacen que solamente sobrevivan los proyectos excepcionalmente redituables y los “empresaurios” subsidiados y protegidos por la política.
Aunque Fernández diga que toma estas medidas en favor de los más necesitados, lo único que hace es aumentar los desincentivos económicos, incrementando la descapitalización del país, generando mayor desempleo, dependencia estatal y salarios miserables en el exprimido y cada vez más chico sector privado. Son tan necios en ignorar el dinamismo de la economía, y están tan aferrados a sus errores estáticos, que parece que no se dan cuenta que, si siguen por este camino, pronto no tendrán nada para repartir.