El periodista Simon Jenkins puede salir a la calle. No fue linchado por sus compatriotas ni mucho menos. Incluso, sus palabras tuvieron más repercusión en Buenos Aires que en Londres. Allí pareciera que, a diferencia de los años de Margaret Thatcher, ya no se trata de una cuestión vital, que toque fibras muy profundas en la mayor parte de la ciudadanía. El veterano comunicador de 78 años, que se desempeña en The Guardian y colabora con el Huffington Post, declarado “Caballero” por la Corona hace dos décadas, dijo, sin muchas vueltas, que nada tiene que hacer su país en las Islas Malvinas (Falkland Islands, para ellos).
En otros tiempos, The Guardian, por publicar algo así, aunque sea una columna de opinión, hubiera sufrido un importante boicot. Lo mismo el periodista, que seguramente habría sufrido escraches virulentos, más parecido a lo que se ve en Argentina usualmente, que en el distinguido Reino Unido. Nada de esto ocurrió. Si miramos una encuesta reciente de Declassified UK, que también recordó el conflicto bélico de hace cuarenta años, por ahí podemos comprender mejor que es lo que pasa por las cabezas de los ingleses hoy.
Un 21 % de los que emitieron opinión se manifestaron en mantener la soberanía, cueste lo que cueste, como en la actualidad. Sin embargo, el 49 % afirmó que Argentina debe hacerse cargo de las islas, como indicaría el sentido común que arroja cualquier mapa. Una minoría propuso un gobierno compartido y otros pocos dejarles siempre la elección a los habitantes del territorio en cuestión.
En su artículo, Jenkins, que denominó la ocupación inglesa como la continuidad de una “absurda resaca imperial que debe terminar”, propuso la salida del llamado leaseback para terminar con el conflicto: es decir, que Argentina recupere la soberanía, luego de un largo período de tiempo de “uso libre” por parte de la generación actual de isleños.
Para el periodista, esta salida “hace honor a la geografía, la historia, la diplomacia y la economía”. En su opinión, lo que no tiene sentido, es que los contribuyentes británicos tengan que pagar al año 60 millones de libras esterlinas para la defensa militar de las islas, habitadas por poco más de 2000 personas.
“Si los políticos londinenses carecen de las agallas necesarias para buscar un acuerdo con Buenos Aires, quizá los isleños deban afrontar el futuro y buscar uno por sí mismos”, señaló el periodista, seguramente no muy popular entre los pobladores de las islas, que se reconocen orgullosamente británicos. Cabe recordar que en 2013 se realizó un referéndum, donde los isleños se manifestaron al respecto. El 98,8 % de los votantes eligieron seguir siendo británicos. El 0,2 % restante representó a dos personas, que consideraron que deberían pasar a ser parte de Argentina.
Más allá del nacionalismo, y del recuerdo de lo que para ellos fue una invasión en 1982, seguramente, en más de un isleño pese más la cuestión utilitaria que la bandera. Raro sería que quieran abandonar libremente sus libras para comenzar a usar pesos emitidos por el banco central kirchnerista y que deseen que allí se instalen las decadentes instituciones argentinas. Antes de pensar en “recuperar” las islas, la política argentina debería analizar el porqué 2000 personas, con un mundo a disposición en materia de comercio a pocos kilómetros, prefieren mantenerse aislados y ser parte de un país que está en otro continente. Claro que, si la política argentina considerara esa cuestión, seguramente no se irían del país miles de personas todos los días.
Entre septiembre de 2020 y junio de 2021, 60000 argentinos decidieron ir a probar suerte a otro país. Es decir, 30 Islas Malvinas. Cuando los datos se actualicen con el primer semestre de este año, el número será aún mucho más alto. Lamentablemente, estas cuestiones no están en agenda para el gobierno del Frente de Todos, que por estas horas anda ocupado llevando al país a otro desastre económico.
Pero, aunque para Argentina sea una causa perdida, y para Inglaterra un gasto inexplicable para sus contribuyentes, las vidas de las 904 personas que cayeron de ambos bandos les impiden a los políticos cambiar de perspectiva. Al menos por ahora, desde Buenos Aires se mantendrá el reclamo y desde Londres se lo seguirá ignorando. La única novedad que parece haber allá es la creciente incomodidad en cuanto al importante cheque que hay mandar todos los años para este rincón del mundo.
Sería paradójico para el amor propio argentino que, algún día, los ingleses, contra los que cantamos en las canciones de cancha, decidan retirar su defensa de las islas de manera voluntaria y por cuestiones económicas. Encontraremos entonces alguna explicación esotérica con el espíritu de Maradona o algo semejante, seguramente.