La foto era más necesaria para el argentino que para el norteamericano. Sin embargo, la sonrisa más amplia y natural es la del republicano. Al expresidente argentino, Mauricio Macri, más avejentado de lo que se le veía hasta no hace mucho, se lo nota casi resignado con Donald Trump. No tan incómodo como cuando el papa Francisco tiene que fotografiarse con alguien de la oposición argentina, pero, sin duda, no es su momento de mayor confort. Macri se siente mucho más cómodo con los demócratas, pero Larreta y Milei le cierran el guiño a la izquierda. El intendente porteño se adueñó de esa representación porque ya es el máximo referente de la socialdemocracia de la coalición y el economista libertario ya lo masacró por la derecha. Si Mauricio Macri quiere volver a ser el candidato de Juntos por el Cambio, y presidente de Argentina, tendrá que hacer esto y mucho más.
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El expresidente argentino, fustigado por el kirchnerismo durante años, acusándolo de “derechista”, “neoliberal” y todos esos lugares comunes, parece que se creyó la retórica causa en su contra. Desde que llegó al poder, primero como intendente y luego como mandatario nacional, sobreactuó un progresismo que desilusionó a los propios y nunca convenció a los ajenos. Lo más a la derecha que tiene Macri es su electorado, del que hizo uso y abuso hasta la irrupción de los nuevos referentes liberales. Las excelentes elecciones de Javier Milei en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de José Luis Espert en la provincia, a pesar del importante número de jóvenes adherentes, se nutrió en buena parte de macrismo desencantado.
La sonrisa relajada de Trump, que seguramente le debe seguir echando en cara a Macri el respaldo insólito y exacerbado de su excanciller a Hillary Clinton, también podría tener analogía política, si se la compara con el panorama de Macri. Aunque el establishment del Partido Republicano lo desprecie, los más ortodoxos del GOP tienen bien en claro que deben resignarse a una nueva candidatura de Trump, si este así lo decide. Las bases están con él y, si Donald juega, no le gana nadie la interna. El desastre de la gestión de Joe Biden ilusionan al hombre de gorra y corbata roja con la obtención de su segundo mandato.
Macri no tiene asegurada ni la interna ni la general. Su excolaborador, Horacio Rodríguez Larreta, ya se lanzó en España, y los radicales, que podrían llegar a apoyar al intendente porteño, también quieren competir para poner al candidato. Mientras tanto, Milei, que no tiene reparos de reivindicar a Trump y a Bolsonaro, sigue creciendo en las encuestas. Falta mucho para las elecciones, pero Macri ya no tiene tiempo para perder si quiere ser candidato. Ayer, con la foto, fue el primer guiño para un espacio que quiere recuperar, pero que ya no le pertenece. Y si quiere volver tiene que ser osado. Muy osado. Se nota que le cuesta. Mucho. Aunque no sea el conservador ideológicamente que la izquierda cuestiona, el expresidente argentino es extremadamente conservador en materia de riesgos políticos. Su insistencia de jugar a lo seguro lo llevó después de muchos años a la presidencia, pero esa misma actitud, ya en el campo de juego, lo hizo fracasar. Si quiere la revancha, deberá jugar fuerte, innovar y patear el tablero.