Siempre la última palabra la tiene el público, que, al fin de cuentas, es para quien se hacen las películas. Claro que en el medio aparece la crítica. Sin embargo, más allá de la subjetividad del jurado, los que terminan dando el veredicto son los que pagan la entrada, la suscripción e invierten el tiempo para ver la producción. La historia está repleta de éxitos de taquilla, que fueron fulminados desde las columnas supuestamente especializadas. En todos esos casos, los que quedaron a contramano fueron quienes quedaron refutados por los números. El lanzamiento de “Granizo”, con Guillermo Francella, parece ir en esta dirección: lapidarias reseñas en los principales medios por un lado, mientras se mantiene como número uno en Argentina y otros 22 países el día de su estreno.
Las despiadadas opiniones sobre la producción de Netflix, que va a cumplir su primera semana en la plataforma, parece haberle dado un nuevo envión a la película luego del estreno. Es que, en las redes sociales, el público consolidó una nueva grieta, con acaloradas discusiones, entre los que defienden y los que critican la producción. Esto se traduce en más curiosidad, publicidad y en nuevas vistas.
Entre las cosas que se leyeron en las últimas horas, se dijo que la película presenta un concepto repetido. Una reseña indicó incluso que es como ver “al Francella del siglo pasado”. Otras, más incisivas, aseguraron que el carisma del actor es lo único que salva a la película de ser una “catástrofe”, y no faltó el que, con una pluma pretenciosa, señaló que el desenlace es una suerte de “vergüenza ajena”. En Clarín, hasta se tomaron la atribución de señalar que la comedia está basada “andamiaje del costumbrismo” de la televisión de los noventa, que “tan mal le hizo al cine argentino”. La soberbia de todos estos párrafos tiene algo más repetido que el formato pochoclero que tan bien le queda a Guillermo Francella: el elitismo y la pretensión, que llega al punto insólito de decir que le hace “bien” o “mal” al cine nacional.
Es evidente que, a más de uno, que mira con desprecio el chiste fácil del formato Pepe Argento de Casados con hijos (la versión nacional de Married with children), encuentra la excusa para fustigar a Francella (en realidad a su público fiel), luego que el actor se luciera con personajes sólidos como en la ganadora del Oscar, El secreto de sus ojos. Parece que, sus propios estándares (que los llevan a escribir columnas redactadas como para la propia autosatisfacción), les impide aceptar que el cómico sea divertido tanto en un film complejo, como cuando dice ante la cámara “que hijo de puuuuuuta”.
Es que es entretenimiento. Y si entretiene, cumple el objetivo. Nadie duda que Francella es uno de los actores argentinos más divertidos, si no el más. La cinematografía también está repleta de producciones aclamadas por los más prestigiosos críticos, que no hicieron más que fracasar y despertar bostezos en la audiencia. No hay que aclarar que la industria no está hecha para los periodistas especializados. Si no, no habría negocio, ni cine.
Yendo a “Granizo”, algo que se les debe reconocer a los críticos es que todo (salvo el final que es a cara o seca) ya está dicho en el tráiler. Claro que los que pusimos la película supimos de ante mano. Es que lo que se va a buscar no es la sorpresa, sino otra cosa. Y eso sí se encuentra: un Francella infalible (más que el meteorólogo), un elenco que acompaña a la altura y un remate con efectos dignos de una película hollywoodense, no tan vistos en producciones nacionales.
Pero, además de ser una digna “pochoclera”, “Granizo” permite reflexionar sobre un par de cuestiones: la cultura de la cancelación, el endiosamiento irracional de las personas públicas (que no puede evitar terminar en desencanto) y el engranaje de la picadora de carne que termina siendo el mundo del espectáculo, que funciona gracias a los mismos personajes que se termina deglutiendo el sistema.
Otro aspecto interesante es que, a pesar que es un producto también pensado para la exportación, la película es la argentinidad al palo. Está hablada en porteño y cordobés, los códigos son los locales y la idiosincrasia de los personajes es más argentina que el dulce de leche. No se buscó hacer un producto neutro y lavado como para entrarle fácilmente al público latinoamericano e internacional, que la encuentra doblada al inglés y subtitulada en varios idiomas. Algo que, lamentablemente, no tuvieron en cuenta los nacionalistas defensores de la cultura cinematográfica, a la que supuestamente “Granizo” no le hace justicia.
Resumiendo, se trata de una divertida comedia, que difícilmente uno pueda decir que le hizo perder una hora y media de su vida. Lo que seguramente hizo que se ponga la vara tan alta es la presencia del actor protagónico. Y eso es algo con lo que va a tener que lidiar Guillermo Francella por el resto de su vida. Un intérprete que demostró que le queda tan bien el saco del capocómico como el de los personajes complejos, donde también mantiene su comicidad inigualable. La gente en la calle le reconoce las dos cosas y le felicita todos sus sombreros. Los que le pegan desde sus columnas no firmaron un autógrafo en su vida ni dieron una selfie. Eso por ahí explica muchas de las cosas que escriben.