“Va a haber un bono para los jubilados”, anticipó temprano la vocera presidencial, Gabriela Cerruti. Sin decir el monto, y aclarando que los encargados de Economía y el área de “seguridad social” (si puede denominarse de esa manera) comunicarían los detalles, la portavoz de Alberto Fernández dio la supuesta “buena nueva” en el marco de su comunicación diaria matinal. Sin embargo, a las pocas horas, los jubilados argentinos ya se dieron cuenta que no tendrían mucho margen para gastar con lo que recibirían por el ingreso extraordinario del próximo mes de abril.
Tras el 4,7 % de inflación de febrero, el gobierno reconoció que espera otro índice “malo” para el marzo que hoy termina. En este sentido, el secretario de Comercio, que reconoció que “fracasó” la ronda de diálogo con las empresas productoras de alimentos y dijo que no puede hacer “magia” para controlar los precios. Como ocurre siempre, los jubilados y los asalariados de ingresos fijos, son los que peor la llevan con el drama inflacionario.
En medio de una tarde caliente, a pesar de las bajas temperaturas de Buenos Aires, con los piqueteros paralizando el centro porteño pidiendo más planes sociales, trascendió la cifra del bono peronista que cobrarán los jubilados argentinos excepcionalmente con el próximo pago: 6 mil pesos. Es decir, 30 míseros dólares. En Argentina, los jubilados que cuentan con los haberes básicos, tienen que sobrevivir todo el mes con el equivalente a 160 dólares.
De más está decir que, si no cuentan con vivienda propia y ayuda consistente de los hijos, la mayoría de los jubilados en Argentina no cuentan ni con los recursos como para comer dignamente. Con los precios de hoy en día, el bono de seis mil pesos, anunciado con bombos y platillos esta mañana, como si se tratara de un hito en la historia de la justicia social peronista, sirve realmente para muy poco. Repasamos algunas de las cosas que puede hacer un jubilado argentino con el “plus” que recibirá el mes que viene.
Si tiene dos nietos, puede tirar la casa por la ventana y darse un lujo con ellos: estaría en condiciones de pagar tres combos de hamburguesa, papas fritas y gaseosas y tres entradas de cine. Pero para el pochoclo (popcorn) para ver la película ya no estaría alcanzando.
Claro que para ir a pasar un fin de semana a Mar del Plata no le alcanzaría con los seis mil pesos. En realidad, tampoco para los pasajes de bus de ida y de vuelta. Sin embargo, puede comprar un solo tramo y quedarse con un vuelto de mil pesos aproximadamente. Con eso alcanzaría para un café con leche y medialuna en la estación.
Si el jubilado vive en un edificio con muchas unidades, o que no tenga encargado con vivienda, si tiene suerte puede llegar a cubrir las expensas del mes de un departamento en Buenos Aires. Sin embargo, para el importe promedio necesitaría algunos billetes más.
Por ahora, si cuenta con una parrillita, un asadito humilde está en condiciones de hacer. Para no más de dos personas y sin lujos claro. Algo de carne de “precios cuidados”, carbón, una ensalada mixta, una gaseosa, un vino económico y un postre de supermercado, con suerte y buscando precios, se puede llegar a conseguir con 6 mil pesos. Si lo quiere ir a comer afuera: para uno, en un lugar “tranquilo”, con una “copita” de vino y sin postre. Por ahí para un café alcanza. Lamentablemente, para más no. Eso es lo que el Estado argentino les devuelve a los trabajadores y contribuyentes, luego de quitarle los recursos coercitivamente durante todos los años activos de trabajo. Una limosna. Una vergüenza.