En Argentina hay algo muy preocupante, pero la siempre complicada coyuntura parece que impide reparar sobre este asunto. Aunque el desastre del Frente de Todos, y las espasmódicas respuestas de la oposición para contestar la catarata de locuras del oficialismo se lleven todos los flashes, habría que comenzar a prestar atención a una problemática que parece ser, desafortunadamente, casi inevitable. Hablamos del segundo fracaso estrepitoso que podría darse con un nuevo mandato de Juntos por el Cambio.
Si la gestión de Mauricio Macri no pudo cumplir más del objetivo de terminar el mandato, con los elementos de la socialdemocracia de la coalición en lugares secundarios, nada se puede esperar si la Unión Cívica Radical pretende incluso poner al candidato a presidente el año próximo. Las discusiones internas del centenario partido sobre la dolarización, ya dejaron en evidencia que este espacio político es absolutamente incompatible con el proceso de profundas reformas que Argentina necesita.
Aunque las diferencias internas dentro del frente opositor e incluso en la misma UCR son públicas, una discusión alrededor del debate sobre la dolarización dejó expuesto el grave nivel de desencuentro conceptual que prima en Juntos por el Cambio y sus partes. El diputado radical Alejandro Cacace presentó un proyecto para abandonar el peso argentino y comenzar a utilizar el dólar, pero la respuesta del presidente de su propio partido no se hizo esperar. Desde su cuenta de Twitter, Gerardo Morales trató de “payasesco”, “irresponsable” e “ingenuo” al legislador y a su iniciativa. Sin embargo, lo más preocupante vino en el hilo posterior, en el que el gobernador de Jujuy trató de explicar su contundente rechazo.
Rechazo terminantemente el payasesco proyecto presentado por un diputado de Evolución. Hay que ser irresponsable e ingenuo, por no decir otra cosa, para plantear que la dolarización es la salida.
La dolarización es peor que la convertibilidad.(+)
— Gerardo Morales (@GerardoMorales) March 28, 2022
Para el dirigente radical, la dolarización equivale a un plan “ortodoxo” y “neoliberal”. Lo cierto es que, más allá de su valioso enfrentamiento a la mafia kirchnerista en su provincia, y a su lucha permanente con la delincuente de Milagro Sala, Morales tiene la ideología política económica del kirchnerismo. En defensa de él, podríamos decir que es “alfonsinismo”, pero en los hechos es lo mismo. Es partidario de un estatismo y dirigismo económico, absolutamente compatible con los programas e iniciativas del oficialismo.
El Frente de Todos ya está muerto. Lo único que es incierto a partir de este momento es ver la cantidad de daño que generan antes de irse y revelar el misterio si el peronismo va unido o separado en las próximas elecciones. Nada parece indicar que de ninguna de las dos formas pueda llegar a retener el poder para el período 2023-2027.
Todas las encuestas coinciden que la gran mayoría de los argentinos están dispuestos a darle una nueva oportunidad al antikirchnerismo en el próximo turno. Si el peronismo se quiebra, y se va a un escenario de diversas ofertas como en 2003, el panorama es tan incierto que hasta un espacio liberal puro puede soñar con el batacazo histórico. Pero si el peronismo se recicla y presenta un único frente en las elecciones, una vez más aparecerán los fantasmas del “voto miedo” y el “voto útil”, reeditando la polarización que vimos en 2019.
Aunque Mauricio Macri y Patricia Bullrich manifiesten la necesidad de un cambio contundente en el plano económico, y hasta hayan abierto las puertas de la coalición a Ricardo López Murphy, Juntos por el Cambio (al menos como está constituido hasta hoy) está absolutamente imposibilitado de presentar un programa de gobierno acorde a las necesidades argentinas. El único que parece comprender el desafío y la gravedad del problema es justamente López Murphy, que insiste con la idea que el candidato debe ser el programa. La cuestión es que el programa necesario es incompatible con el partido que oficia de columna vertebral en materia de territorialidad para ganar las elecciones.
Las mentes más lúcidas en Juntos por el Cambio, que comprenden la grave situación y saben cuáles son las políticas para combatirlas, apuestan a un colapso de tal magnitud, para que la implementación del programa ortodoxo no pueda ser cuestionada por nadie. Ni por los radicales. Pero lo cierto es que, al evitar el default, y ante un escenario positivo en materia de precios internacionales, puede que el colapso no se produzca y sigamos con la consolidación de la decadencia a cuentagotas. Incluso ante la posibilidad de poder implementar un programa de reformas, la UCR puede llegar a patear el tablero y asociarse a un peronismo golpista, como ya ocurrió en diciembre de 2001.
Ante estos complejos desafíos en la coalición opositora, una primaria tampoco parece ser la solución para las próximas elecciones. Si triunfa un espacio medianamente lógico, es claro que los socialdemócratas (más “sociales” que “demócratas”) pueden llegar hasta el boicot del propio proyecto político. Y si, como quiere Morales, consiguen la chapa para poner el candidato a presidente, no hay más que esperar un nuevo desastre alfonsinista. Es que, si el macrismo es “kirchnerismo de buenos modales”, el radicalismo parece no ser más que “kirchnerismo económico con discurso republicano y de anticorrupción”. Incluso, pueden llegar a ser peores que el Frente de Todos. Es que lo que hace el kirchnerismo por improvisación, para ellos es materia moral y de principios.
Claro que todavía falta mucho y todo esto es futurología y especulación. No obstante, si la coalición opositora no percibe estas diferencias, y se limita a esperar la caída del oficialismo para ganar las próximas elecciones, una vez más no va a saber lo que hacer al llegar al gobierno. Y ya vimos lo que eso genera: el retorno del populismo más bruto, que vuelve vendiendo espejitos de colores tras el fracaso estrepitoso del antiperonismo.