
Tenía que ser el pelotudo. ¿Quién más? Ojo… cabe aclarar que el epíteto no es mío. Fue Cristina Fernández de Kirchner la que calificó de esa manera en reiteradas oportunidades a su fiel e incondicional ladero, como quedó en evidencia en las llamadas telefónicas registradas por la justicia que se filtraron en los medios de comunicación. Semejante proyecto absurdo e inviable tenía que ser presentado por lo más rancio y menos serio del kirchnerismo. Decir eso es sinónimo del senador Oscar Parrilli. Un legislador capaz de decir cualquier cosa y de proponer cualquier iniciativa que la jefa le pida.
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La absurda y aberrante propuesta del impuesto kirchnerista es la creación de un nuevo gravamen que se utilizaría para recaudar el dinero que se le debe al Fondo Monetario Internacional. ¿A quiénes se lo cobraría? A las personas que tengan bienes no declarados en el exterior. ¿Cuánto quieren sacarles a las personas que tienen algún activo en otro país sin notificar a la picadora fiscal argentina? Entre 20 % y 35 % de sus bienes no declarados. Ah, pretenden cobrarlos «en dólares», lógicamente.
Más allá de las amenazas de cárcel y las promesas de que la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) hará su trabajo, el proyecto de Parrilli tiene una perlita bien soviética-estalinista: la creación de la figura del «colaborador», que se llevará una porción de la torta (en pesos, es sí) de lo que el Estado recupere del evasor fiscal:
“Establézcase la figura del colaborador bajo los conceptos y definiciones detalladas en la presente ley, cuyo objetivo será el de cooperar con la Administración Federal de Ingresos Públicos para la detección o localización de bienes ocultos o no declarados, maniobras de evasión fiscal y/o de lavado de activos”, dice el proyecto en uno de sus párrafos. Además de la jugosa recompensa, el proyecto les ofrece absoluta discreción y la promesa del secreto de sumario permanente. Identidad oculta de por vida, como un superhéroe, o un villano, mejor dicho.
El proyecto que propone el denominado “Fondo Nacional para la Cancelación de la deuda con el FMI”, además de lo violento que parece a simple vista, tiene varios aspectos cuestionables desde lo legal. La cámara de inicio para un proyecto de esa índole sería, en todo caso, Diputados. No Senadores. Claro que el show de CFK y sus empleados más directos está en la Cámara alta. También carece de precedente alguno el cobro de un impuesto o multa en dólares, algo que seguramente cuestionarán los críticos a la hora de hacer referencia a todos los tecnicismos de un proyecto muy «flojo de papeles».
Pero lo más indignante es que la iniciativa no cuenta con ninguna posibilidad de aprobarse. Se trata de algo que CFK le había exigido a Alberto Fernández públicamente, pero que el presidente, con el poco buen juicio que le puede quedar, desestimó. Ni hablar de conseguir alguna voluntad parlamentaria, más allá de los pocos votos que pueda aportar la izquierda en Diputados. Como se vio en la votación del acuerdo con el FMI, el kirchnerismo, en soledad, a duras penas puede llegar a arañar un 30 % con suerte.
La única finalidad de la iniciativa, que le hará perder un valioso tiempo de debate al parlamento, es la del circo público. No hay otro motivo concreto que no sea el de diferenciar al espacio de CFK del albertismo, que gobierna en soledad por primera vez, desde que asumió hace casi tres años. No le alcanzó a Cristina y a Máximo Kirchner la renuncia a la presidencia del bloque en la Cámara baja ni el voto testimonial disidente. Necesitan un espectáculo ante la sociedad para dejar en claro que el proyecto del «ajuste» es de Alberto y no de Cristina. “Ella quería que lo pagaran los ricos y evasores”, será el relato K cuando termine esta locura.
En eso se irá el próximo debate legislativo importante en Argentina. La única sorpresa que puede arrojar esta estéril iniciativa es la de comprobar si algún legislador decide invertir en su futuro dentro del peronismo y se despega del mamarracho al que CFK piensa someter a su tropa parlamentaria.