Dicen que Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses. Pero a veces el pragmatismo de la principal potencia del mundo es tal, que uno no puede creer lo que está leyendo y tiene que chequearlo, rechequearlo, ir a la fuente y hasta pellizcarse para ver si no lo engañan los ojos.
Pero es así. En la jornada de ayer, un grupo de altos funcionarios norteamericanos viajó a Caracas para ver si el gobierno, que para ellos oficialmente no es tal, estaría dispuesto a cambiar de bando con respecto a la invasión rusa en Ucrania. ¿Maduro aliado de Biden? Varios estrategas en Washington creen que es posible.
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Ni siquiera había comenzado la invasión a Ucrania cuando los impresentables del mundo dijeron presente para apoyar a Vladímir Putin. El primero que salió, enfáticamente, fue Nicolás Maduro. El aparato de propaganda ruso lo vendió como un gran respaldo internacional, aunque en las circunstancias actuales el socio caribeño no tenga demasiado para ofrecer. Ahora, de la misma manera que Estados Unidos podría cambiar de posición con respecto al régimen venezolano, Maduro podría hacer lo mismo ante su socio ruso, si el norte ofrece algo mejor. Y el tío Sam tiene mucho para ofrecer, sobre todo a alguien en la posición del decadente e inescrupuloso dictador venezolano.
Según publicó ayer el New York Times, una delegación negociadora de altísimo nivel se dirigió a Caracas, con el beneplácito de un chavismo más que predispuesto a escuchar. “Ahora, la invasión rusa a Ucrania ha hecho que Estados Unidos preste más atención a los aliados del presidente Putin en América Latina”, señaló una fuente vinculada al acercamiento, bajo condición de estricto anonimato.
Claro que no se trata de cortar los vínculos en la región con el régimen ruso. También cuenta, y mucho, las necesidades energéticas y petroleras de Estados Unidos, que sin el suministro de Europa del este entrarán en déficit a la brevedad.
Evidentemente, nada de esto tomó por sorpresa a Maduro. Hace tres días, el discípulo de Hugo Chávez manifestó en un discurso que el petróleo de Venezuela “está disponible para quien quiera producirlo y comprarlo, ya sea un inversor de Asia, Europa o Estados Unidos”.
Demócratas y republicanos comprometidos con la estrategia
Aunque los negociadores que viajaron ayer a Venezuela (todavía no se sabe por cuánto tiempo) pertenecen a la gestión actual, miembros de la oposición también estarían al tanto y respaldarían la estrategia. Scott Taylor, excongresista republicano de Virginia, está trabajando activamente junto al lobista de Washington Robert Stryk. El cabildero, que ya tuvo negociaciones en nombre de Maduro, aseguró que este viernes Taylor se comunicó con un empresario venezolano que dio fe sobre el interés de Caracas en “volver a comprometerse con los Estados Unidos”.
Otra que se expresó en este sentido fue la comunicadora cercana a Donald Trump, Trish Regan. Mediante un comunicado, la popular presentadora aseguró que una solución al enfrentamiento diplomático con Venezuela sería una jugada inteligente. “El pueblo venezolano preferiría una alianza con Estados Unidos que con Rusia. Tenemos que encontrar una manera de apuntalar nuestro hemisferio occidental”, aseguró.
En lo formal, todavía sin relaciones
Como pasa con estas supuestas negociaciones, lo que ocurre en el plano real no necesariamente coincide con lo formal. Hace solamente tres días, Joe Biden extendió hasta el año próximo un decreto que viene siendo prorrogado desde 2015, donde se denomina al régimen de Nicolás Maduro como una amenaza “inusual y extraordinaria” para los Estados Unidos.
El texto, que el presidente norteamericano firmaba mientras sus hombres hacían las maletas para viajar a Caracas, hace referencia a “la erosión de las garantías de los derechos humanos”, “la persecución de los opositores políticos y la libertad de prensa” y “la presencia exacerbada de una importante corrupción gubernamental”.