La asociación con Adolf Hitler ha sido, desde 1945, la forma más recurrente de la política global a la hora de buscar desacreditar a un adversario. La invasión rusa a Ucrania no fue la excepción. Mientras el gobierno ucraniano publicaba una durísima imagen de Vladímir Putin como discípulo de Hitler, Rusia invadía en nombre de la “desnazificación” de Ucrania. El argumento del bando ruso es una estupidez, claro, pero del otro lado sí aparecen varios denominadores comunes entre los perfiles mencionados. Repasamos algunas diferencias y similitudes de Putin con Hitler.
Esta mañana, Ucrania denunció que Rusia podría bombardear su propio territorio para responsabilizar al país invadido. De existir algún plan semejante, el recuerdo del incendio del Reichtag en 1933 es una referencia ineludible. El episodio, que le dio la excusa a Hitler para consolidar su dictadura, fue para la gran mayoría de los historiadores responsabilidad del mismo partido nacional socialista obrero alemán.
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Si nos remontamos a las primeras instancias de la dictadura alemana vemos una fuerte similitud y también una diferencia, que podría explicarse en el perfil de ambos, pero también en los tiempos que corren. Apenas Hitler asumió la suma del poder público estableció una dictadura de partido único, cerró el Parlamento y ejecutó un poder fáctico sin complejos ni explicaciones.
El autoritarismo de Putin, que bien podría considerarse en este punto una dictadura, tiene como paralelo que comenzó mediante unas elecciones limpias, dentro del sistema democrático. A diferencia de Hitler, el ruso se dedicó a fingir la continuidad del sistema. Aunque en los papeles sigue siendo el presidente democrático de Rusia, la persecución y sospecha de envenenamiento a opositores, el puño de hierro y el control de su persona en todos los estamentos del Estado, dejan en evidencia que la calidad institucional rusa es similar a la venezolana. En el Caribe la cara que se vende al mundo es la del animalito Diosdado Cabello, con su garrote y su cartel que dice que allí “no se habla mal de Chávez”. Rusia Today, con más nivel, presupuesto e inversión pretende venderle sofisticación al mundo. Pero si uno va a los conceptos, llega a la conclusión de que se trata de la misma burda propaganda.
Esa imagen que el ruso pretende darle al mundo marca otra gran diferencia con el perfil de Hitler. A diferencia del líder carismático que gritaba desaforado desde el atril, ante multitudes que lo saludaban con el brazo extendido, Putin proyectó su imagen desde otro lado. Paradójicamente, el enemigo número uno del mundo occidental, ha pasado sus dos décadas en el poder tratando de mostrar que es un intelectual, caballero, culto y civilizado líder. Aunque ostenta una suma de poder público idéntica a la de Hitler, lo que quedó en evidencia con la humillación pública a su jefe de inteligencia, él no quiere mostrarse ni como el nazi ni como Stalin. Sus argumentos, sus intervenciones en otros idiomas con dotes de traductor y hasta la burla hacia la clase dirigente norteamericana, a la que trató de inculta frente a las cámaras, dejan en evidencia que Putin siempre quiso mostrarse como el heredero superador del perfil occidental. Desde el bando de enfrente, desde su nacionalismo, pero con el perfil de la intelectualidad occidental.
La invasión a Ucrania dejó en evidencia que todo esto era solamente una cuestión de marketing, ya que sus argumentos conceptuales teóricos no convencieron a casi nadie, salvo los pocos incautos que compraron la imagen de Putin en occidente, al que veían incluso como el defensor de valores tradicionales, como el de la familia. Solamente por cuestiones como la de decir obviedades como que “un hombre es un hombre y una mujer, una mujer”. Habrá que replantearse el desastre del liderazgo progresista occidental, claro. Pero la decadencia del mundo libre no debería ser suficiente para comprar semejante buzón a tan bajo precio.
Pese a que las nefastas leyes “anti propaganda homosexual” de Rusia han sido uno de los argumentos para la analogía Putin-Hitler, incluso antes de la invasión a Ucrania, lo cierto es que, aunque sea absolutamente inaceptable e incompatible con la dignidad humana, su política doméstica tiene diferencias al antisemitismo racial del nazismo. Hitler y compañía veían a los judíos como un factor corruptor de la sociedad, por eso buscaron el exterminio en todos los territorios que dominaron. Aunque estas leyes de Putin tienen la cuestión de la anti corrupción de la ciudadanía como excusa, lo cierto es que hay más hipocresía que otra cosa.
En este sentido, las violaciones a las libertades individuales en Rusia tienen más que ver con el carácter soviético que con el nazi. Stalin y Mao son responsables por las muertes de más personas que Hitler, pero el nazismo aparece en nuestras cabezas como principal referente de la impúdica carnicería humana. ¿Por qué? Por la cuestión racial. Por el envío a las cámaras de gas de niños inocentes, solamente por su condición de judíos. Aunque el comunismo se cargó con más personas, el genocidio fue “laico y democrático”. Todos los elementos no alineados eran eliminados, pero por causas políticas. El que se quería quedar en su casa, con la cabeza gacha y sin criticar, estaba a salvo, al menos de no caer detenido o ser fusilado. Así quiere Putin a los homosexuales. Viviendo su vida, seguramente para él decadente, en silencio y a escondidas, dentro de las cuatro paredes de la intimidad. Aunque esto suene repugnante para la visión liberal, lo cierto es que este enfoque tiene más perfil comunista que nacional socialista.
En la invasión a Ucrania encontramos probablemente la mayor cantidad de denominadores comunes de Putin y Hitler. Algunas de estas son la no aceptación de las fronteras y la justificación en causas históricas para la anexión de otros territorios. Otra similitud surge en las excusas a la hora de dar cada paso. Alemania empezó con la anexión de Austria, siguió con territorios en Checoslovaquia y cuando pudo, invadió Polonia. Las excusas de Putin empezaron hace años con la península de Crimea, siguieron con la supuesta necesidad de mantener alejados los misiles de la OTAN y terminaron con la absurda manifestación de combatir al gobierno “neonazi y drogadicto” de Kiev.
Seguramente, la comparación más sólida sea la peligrosidad de ambos personajes. A uno se lo dejó avanzar y ya vimos el daño que causó. Por ahora, los rusos cargan con un estigma que los alemanes sufrieron durante años: el hecho de ver el nombre de su país como mala palabra en el mundo civilizado. Por ahí la dirigencia rusa puede ver cómo terminará inevitablemente la historia (y sus propias vidas) y se da cuenta la necesidad de una Operación Valkiria, pero con final feliz. Porque el final del régimen es inevitable. Lo único que puede variar es el daño que se genera en el proceso.