Desde la necesidad de mantener alejadas las bases de la OTAN hasta la supuesta justicia de reconocer como soberanos e independientes a los sectores supuestamente pro rusos. Cualquier excusa le ha venido bien a Vladímir Putin para justificar la invasión a Ucrania. A tal punto que, cuando ingresó por la fuerza y rodeó Kiev, al comenzar la operación para derrocar al gobierno ucraniano, argumentó que se trataba de un grupo de “neonazis y drogadictos”. Lo insólito es que Volodímir Zelenski es judío.
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Resulta evidente que desde que asumió el presidente ucraniano, el líder ruso devenido en dictador se empeñó en “recuperar” Ucrania. Aunque no controlaba el país vecino en lo formal, gestiones como la del exmandatario Petró Poroshenko, significaban alianzas incondicionales, de lealtades absolutas, como la que mantiene en la actualidad con el dictador bielorruso Alexandr Lukashenko. Gobiernos títeres, podría decirse. Lo mismo que dice Putin sobre el mandatario ucraniano, por su visión más occidental de la política.
Aunque los aparatos de propaganda de Putin hayan ido tan lejos, hasta mostrar incluso a supuestos soldados ucranianos con esvásticas (que vaya a saber uno si las mismas son verídicas), la gestión de Zelenski tuvo una particularidad atípica, en comparación con lo que ocurre en todo el resto del planeta: se trató del único país del mundo, además de Israel, que contó con un presidente y un primer ministro judíos simultáneamente. Volodímir Groisman, con tres años en el cargo, y que incluso estaba de la gestión anterior, también era judío.
En la ciudad de Odesa, donde hay varios orfanatos, escuelas y asilos de la comunidad judía, hay más preocupación que en otros rincones del país. El rabino Refael Kruskal, que tiene a su cargo a un grupo de ancianos, donde hay sobrevivientes de los campos de concentración, aseguró que la invasión rusa ha sido para ellos absolutamente terrible. Según el religioso, reviven los horrores del nazismo, que pensaron que jamás volverían a sufrir en vida.
La candidatura de Zelenski generó incluso controversia dentro de la comunidad judía ucraniana. Aunque muchas personas de la colectividad en cuestión recibieron con alegría la noticia, ante la eventual presencia de un judío a cargo del poder político en el país, otros tomaron la cuestión con suma preocupación. Con el recuerdo del horror nazi tan cercano en la historia, muchos judíos manifestaron un temor más que justificado. Una gestión fallida, de un hombre sin experiencia política que viene del mundo del espectáculo, podría ser la excusa ideal para los grupos antisemitas en el país.
Las vueltas de la vida llevaron a Zelenski y a Ucrania a un panorama completamente diferente e inesperado. Por estas horas, resiste con la población civil en la capital, mientras que Occidente, tímidamente, va incrementando sus modestos apoyos. Los mercenarios de Putin, que ya están en Kiev, lo quieren muerto. El final está abierto.