Por estas horas, muchos argentinos están indignados por la impunidad con la que el kirchnerismo y el macrismo reconocen el fracaso estrepitoso de la ley de alquileres: un talón de Aquiles que comparten Juntos por el Cambio y el Frente de Todos. La iniciativa, en total sintonía con las premisas de regulación kirchneristas, la propuso un macrista. Se aprobó con los votos de ambos y ahora hay que dejarla sin efecto. Rompieron el mercado inmobiliario, y como suele suceder con los fallos de la política, nadie se hace cargo de nada.
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Sin embargo, la historia muestra que la fatal arrogancia del monopolio de la fuerza gubernamental ha hecho peores mamarrachos, por los que nadie se ha hecho responsable nunca. Uno de ellos fue el exterminio de gorriones a mano del régimen de Mao, en la china comunista en su etapa del nefasto “Gran salto adelante”. Sí, aquel proceso histórico reivindicado recientemente por Alberto Fernández, que celebró delante de Xi Jinping todo lo ocurrido en China desde la revolución comunista al día de hoy. Para el presidente argentino, el proceso entero fue necesario para poner al gigante asiático en el lugar que ocupa en el mundo.
Cuando los planes de la planificación centralizada comenzaron a fallar, los cerebros del comunismo chino a finales de los sesenta llegaron a la conclusión que la mera existencia de los gorriones afectaba las cosechas de trigo. En el marco de lo que denominaron como “Campaña de las cuatro plagas”, se fomentó desde el Estado la muerte de todos los gorriones que tuvieron la desgracia de nacer bajo la dictadura de Mao.
Más allá de la absurda carnicería, que debería indignar a los proteccionistas y ecologistas de izquierda que ni conocen la historia, como ocurre con las ilógicas intervenciones del Estado, todo fue para peor. La extinción de los gorriones terminó generando la aparición y proliferación de plagas de insectos, como la langosta, que sí destruyeron buena parte de las cosechas. Esta “externalidad negativa” terminó siendo una de las causas de la Gran Hambruna China, que causó decenas de millones de muertos.
Al menos, después de las masacres de los pobres pajaritos y de los hambreados seres humanos, el gobierno chino se dio cuenta de su gravísimo error. Volvieron en sus pasos y se dedicaron a importar millones de gorriones desde la Unión Soviética, para que vuelvan a sobrevolar los campos y controlar las plagas para recuperar la cosecha.
Salvando las distancias, y la gravedad de la situación, hasta los chinos (que después hasta terminaron adoptando el capitalismo) aprendieron. Pero la política argentina, que causa menos muertos, pero que es más caprichosa que el comunismo chino no aprende. El kirchnerismo, en lugar de derogar la ley de alquileres, piensa que puede solucionar el problema cobrando impuestos a las viviendas ociosas.
No aprenderán como los chinos y no tienen ningún Deng Xiaoping para ofrecer. Por lo menos, se tendrán que ir dentro de dos años.