Argentina y Reino Unido tienen similitudes, más allá de las culturas políticas, la situación económica y la presencia de una fuerza política de las características del peronismo. Aunque comenzaron la pandemia del coronavirus de forma diferente, luego los caminos se cruzaron: desde Buenos Aires hubo encierro y restricciones duras desde el principio, pero Londres comenzó con una política laxa, de la que luego se arrepintió. El final de la pandemia, y el inicio de lo que se denomina como “endemia”, también trajo un denominador común evidente: la urgencia política de un gobierno cuestionado.
En el reino de peronia, las restricciones de las más duras del planeta se terminaron luego de una elección. Alberto Fernández, que tuvo grandes índices de aprobación cuando decretó la primera cuarentena, se dio cuenta con las primarias de septiembre que se le había ido la mano: la mayoría del país había votado en contra del Frente de Todos, incluso en la provincia de Buenos Aires. Como por arte de magia, y sin que cambie nada con relación al escenario epidemiológico, el peronismo abrió todo de la noche a la mañana. Aunque pudo remontar algo para las elecciones de noviembre, el oficialismo perdió la mayoría cómoda que tenía en el Congreso y no se animó a volver a ningún tipo de restricción, incluso con los récords de la variante ómicron.
Una de las causas que más pesaron en el electorado que le dio la espalda al kirchnerismo en aquellas fatídicas primarias para el oficialismo fue el escándalo del cumpleaños de la primera dama en la Quinta de Olivos durante la cuarentena. La foto de la celebración tocó más fibras que, incluso, la durísima situación económica. En el Reino Unido pasó lo mismo. Aunque Boris Johnson pudo sortear diferentes adversidades desde el inicio de la pandemia, el denominado “Party Gate” de Downing Street puso al primer ministro contra las cuerdas.
En las últimas horas, ya no son solamente los opositores laboristas los que piden la cabeza de Johnson. Ahora, varios parlamentarios conservadores consideran que es momento de un cambio. Un legislador de su propia bancada hasta lo comparó con Neville Chamberlain, tristemente célebre primer ministro que buscó la paz con Hitler, para pedirle “por Dios”, que se vaya.
Sin embargo, el líder británico no renunció y pateó el tablero para aferrarse a su cargo. Anunció que se terminan todas las restricciones gubernamentales, que ya no hay que usar la mascarilla obligatoriamente en ningún lado y que la gente debe comenzar a cuidarse dentro de la responsabilidad individual, sin ningún tipo de normativa gubernamental. Incluso dijo que hasta se eliminará la restricción de encierro para los casos positivos, ya que no hay ninguna normativa que indique que una persona debe estar aislada cuando se contagia de gripe.
Por ahora, Johnson consiguió su objetivo, ya que se mantiene en el cargo y los titulares no son los cuestionamientos, que ya vienen incluso desde su propio partido. La novedad importante pasa por otro lado. Todo un éxito de la estrategia peronchobritánica.
El Frente de Todos se deberá ir en menos de dos años. Veremos cuánto le queda al Premier inglés. Al menos, por ahora, y aunque por las razones equivocadas, ganó la libertad.