No es ninguna novedad que el kirchnerismo, ante las consecuencias de sus desastrosas políticas públicas, tenga que recurrir a China para que le saque las papas del fuego. En el mandato de Cristina Fernández, además de las polémicas “bases científicas” ubicadas en el sur del país, el gigante asiático le otorgó un swap de monedas, para llegar con un poco de aire a entregar el mando en 2015.
En medio del colapso energético, con permanentes cortes de luz en miles de domicilios, el secretario de Energía, Darío Martínez y el encargado de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, se reunieron con las autoridades chinas del Electric Power Equipment and Technology Co. para cerrar los detalles de un proyecto tan ambicioso como peligroso. El del “Mejoramiento de la Red Nacional 500kV, Área Metropolitana de Buenos Aires Etapa I”. El mismo tendrá un costo de más de 1100 millones de dólares.
De la reunión participaron representantes diplomáticos de ambos países y, lógicamente, las cabezas locales del Banco Industrial y Comercial de China (ICBC), de importante presencia en Argentina. Según manifestaron los asistentes, la inversión tendrá como finalidad ampliar la capacidad del suministro eléctrico de Buenos Aires y hacer más eficiente el Sistema Argentino de Interconexión, pensando en los desafíos energéticos que necesitará el país en pos del desarrollo económico en los próximos años.
Lo paradójico de todo esto es que el kirchnerismo repele la inversión extranjera en nombre de la supuesta soberanía nacional. Bajo ese discurso se ha fomentado la salida de capitales internacionales y se han vuelto a estatizar empresas que habían pasado a gestión privada en la década del noventa.
Esos capitales privados, que poco tienen que ver con los intereses geopolíticos de sus naciones, eran empresas dedicadas a sus negocios que bajo ningún punto de vista amenazaban ninguna soberanía nacional. En el caso de China ocurre todo lo contrario. Su presencia no se limita a los asuntos económicos. Sus capitales son tentáculos del partido comunista gobernante y su presencia en cada rincón del mundo está relacionada con los intereses estratégicos chinos.
Cuando el kirchnerismo pase, ya que, como dicen, no hay mal que dure cien años, la influencia china en Argentina será más que importante. Ya lo es, y se incrementa todos los días un poquito más. Será una complicada herencia de los abanderados de la soberanía nacional.