Argentina terminó el 2021 con una inflación oficial del 51 % (50,9 % para ser exactos). El dato debería ser alarmante, ya que el número es altísimo, además de todas las distorsiones habidas y por haber que sufre la economía para “maquillar” la cifra. Por estas horas, las consecuencias de las tarifas subsidiadas a la energía, que se evidencian en los masivos cortes de luz, comienzan a abrir el debate sobre las implicancias de tener una economía híper regulada y fallida.
Sin embargo, el presidente Alberto Fernández se las arregla para disfrazar la realidad de la forma más insólita y delirante, y encuentra un burdo argumento como para decir que la inflación se está “desacelerando”. ¿Su tesis? Símple… en diciembre de 2021 hubo, según el INDEC un 3,8 %. El mandatario compara ese número con el 4 % del mismo mes del año pasado, aunque el acumulado anual en esa oportunidad fue del 36,1 %, y le canta las buenas nuevas a la población argentina.
“Ya tuvimos un mes de diciembre con una inflación más baja que el diciembre del año anterior. Esperemos que esta senda descendiente de la inflación se sostenga y eso depende de todos y de todas”, dijo sin ponerse colorado Fernández esta tarde.
Lo curioso es que el jefe de Estado negó que el aumento de los precios tenga que ver exclusivamente con el desastre que está haciendo su Banco Central, imprimiendo billetes a mansalva para financiar el agujero fiscal del Tesoro. No. Para él eso es solamente una de las causas. Las otras, los argentinos parece que deberíamos buscarlas en terapia. “La inflación no es el resultado de la emisión monetaria, sino de muchas cosas, aspectos que van desde lo psicológico hasta lo monetario”, aseguró el presidente.
Lejos de la tesis optimista de Fernández, Roberto Cachanosky emitió una opinión bastante diferente y un poco más fundamentada. El economista liberal dice que, lejos de haber una desaceleración, el proceso podría acelerarse, alcanzando una inflación de los tres dígitos:
“No debería sorprender si en el mediano plazo Argentina termina teniendo una inflación de tres dígitos anuales considerando la distorsión de precios relativos, la fenomenal expansión monetaria que tenemos, el desbordado déficit cuasifiscal del BCRA y la escasa demanda por moneda que tiene el argentino, que no considera al peso como moneda y por no ser reserva de valor”, advirtió el especialista.