“Ya no podré participar activamente en la lucha que libra actualmente mi país. Solo puedo probar con mi muerte que los marinos del Tercer Reich están dispuestos a sacrificar su vida por el honor de su bandera. A mí solo corresponde la responsabilidad del hundimiento del acorazado Admiral Graf Spee. Soy feliz al pagar con mi vida cualquier reproche que pudiera formularse contra el honor de nuestra Marina. Me enfrento con mi destino conservando mi fe intacta en la causa y el porvenir de mi Patria y de mi Führer”.
Luego de escribir estas palabras en 1939, con el embajador alemán en Buenos Aires como destinatario, el capitán Hans Lanfsdorff, envuelto en la bandera de combate del barco, se pegó un tiro. Su buque de guerra había sido derrotado por el fuego británico en la llamada Batalla del Río de la Plata, único combate de la Segunda Guerra Mundial que tuvo lugar por este rincón del mundo. Una parte simbólica del barco, el águila nazi con la cruz esvástica, fue rescata del agua en 2006. Lejos de tratarse de un capital histórico de valor económico, la reliquia se ha convertido en un dolor de cabeza para las autoridades uruguayas. Ahora irá a remate, ya que se necesita el dinero para pagar una cuenta.
La necesidad de los fondos tiene como contexto el pago de una deuda. Es que el armatoste de 2 metros de alto y 2,80 de ancho, que pesa 300 kilos, fue encontrado hace más de quince años por los hermanos Felipe y Alfredo Etchegaray. Imposibilitados de hacer algo con el objeto histórico y ante la negativa de ser compensados por el Estado, fueron a juicio. La Justicia uruguaya ordenó en 2019 al Estado poner en venta el águila para saldar la deuda con los exploradores de las profundidades del río. La apelación formal quedó sin efecto esta semana ante un fallo de segunda instancia.
El que se propuso para terminar con todo el asunto fue un empresario argentino. Daniel Sielecky, uno de los tantos hombres de negocios que escaparon de la barbarie kirchnerista recientemente para instalarse en Uruguay, dijo que jugará fuerte en el remate. La quiere comprar, para luego destruirla. “Una vez que la tenga en mi poder, de inmediato, la haré volar en mil pedazos. Cada trozo que resulte de la explosión será pulverizado. No quedará nada”, aseguró el propietario de una empresa de veleros de Punta del Este.
Las autoridades alemanas no estuvieron de acuerdo con la solución uruguaya, ya que temen que el águila sea adquirida por algún nostálgico del régimen nazi. Desde Berlín insisten que debe ir al museo. Sin embargo, el Estado uruguayo ya dijo que no y que acatará la solicitud judicial. Sin embargo, el ministro de Defensa, Javier García, señaló que el Gobierno se asegurará de que el águila no caiga en manos de nadie que quiera hacer “culto” del régimen de Hitler.