Luego de contar los motivos de la conformación, los debates alrededor del nombre y la génesis del proyecto en la primera entrega, en esta oportunidad repasaremos los aspectos más relevantes de la experiencia del Partido Liberal Libertario, que tuvo lugar entre 2009 y 2013.
Para entender el contexto del inicio de esa etapa es necesario recordar el panorama político. Cristina Fernández de Kirchner era reelecta con el 54 % de los votos ante la abstención de Mauricio Macri (intendente porteño y principal referente opositor) de participar de la elección de 2011. A diferencia de casos como el de Lula en Brasil, que perdió en varias oportunidades antes de llegar al Poder Ejecutivo, el referente del PRO prefirió su reelección en la Ciudad Autónoma para ir a un escenario más favorable dentro de cuatro años, dejándole el terreno libre a CFK. Esa especulación política fue muy dañina para la Argentina, ya que dejó a un kirchnerismo absolutamente hegemónico en el poder por demasiado tiempo.
Los que llevamos adelante el proyecto del PL fuimos muy críticos del macrismo desde el primer momento. Lógicamente, por algo decidimos iniciar un proyecto político independiente del PRO. Esta situación se convirtió en sinónimo de falta de apoyo de la mayor parte del espectro “antikirchnerista”, incluso por parte del “establishment” liberal. En lugar de respaldar nuestro proyecto, los más cordiales nos invitaban a replantear la estrategia y los más hostiles directamente boicoteaban impunemente. El argumento era que cualquier cosa que “dividiera” a la oposición era funcional al kirchnerismo. Todo esto era muy injusto, ya que, como partido en formación en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, no esperábamos más que participar en los debates para ofrecer la campana liberal, ausente por completo en la política, y en todo caso aspirar con suerte a una representación parlamentaria algún día.
Mientras tanto, la gestión municipal del macrismo hacía gala de un estatismo exacerbado. Igual que ahora. Cuando uno hablaba con los principales dirigentes del sector, la respuesta era siempre la misma: había que mostrar una gestión moderada, que se alejara de los prejuicios que el espacio representaba a “la derecha” o al “neoliberalismo” para llegar a la presidencia. Ahí, sí iban a hacer lo que debían. La historia me exime de cualquier comentario al respecto.
A pesar de nuestra intrascendencia, pero con un buen manejo comunicacional y de redes sociales, la política había tomado nota de nuestra existencia. El macrismo llegó a utilizar dineros públicos de la Ciudad para invisibilizarnos de los medios masivos (cosa que me reconocieron desde una de las redacciones más importantes del país), el programa kirchnerista 678 nos “atendía” con frecuencia, y participamos de ciertos debates públicos gracias a exitosas campañas. La venta de dólares en la peatonal Lavalle en medio del cepo cambiario, la clausura simbólica de la AFIP y el llamado a intercambiar las tarjetas SUBE, para evitar el control gubernamental, fueron algunas de las iniciativas que nos dieron algo de notoriedad pública.
Uno de nuestros mayores capitales, que nos permitía ser optimistas al largo plazo, era que el Partido Liberal Libertario vivía de campaña permanente. Ante todas las aberraciones permanentes del kirchnerismo en la nación y el macrismo en la ciudad, nos sobraban letra para comunicados e iniciativas, que le caían muy bien a la gente, tanto por la originalidad como por el idealismo que irradiábamos.
El grupo de trabajo siempre fue absolutamente abierto, salvo por el lógico requisito principista de entrada. Había paciencia para explicar los principios libertarios a todo aquel que recién llegaba, incluso todos nosotros aprendimos muchísimo de nuestras interacciones e intensos debates, pero ante algún recién llegado con ideas que iban a contramano con nuestro proyecto bastante “puritano”, se le hacía saber a la persona que podría no estar en el lugar indicado. La idea nunca fue crecer a cualquier precio.
Cabe destacar que hablamos de hace diez años y el liberalismo no era parte ni de la agenda ni de la discusión pública. Ni siquiera las fundaciones liberales en su mayoría tenían un discurso claro como el del partido Si en algo fue exitoso el PL fue en correrle el eje del debate al liberalismo argentino. Quisimos hacerlo a nivel país y nos quedamos cortos, pero el mundillo liberal tuvo que ajustar fuerte el discurso ante nuestra modesta pero sólida irrupción. Aunque parezca mentira, lo poco que había de liberalismo argentino por ese entonces no se animaba ni a cuestionar la banca central ni a manifestarse en contra de la legalización de las drogas. A pesar de la claridad conceptual de las luminarias liberales del ámbito intelectual de Argentina, las organizaciones afines eran muy lavadas y por esos días se mostraban más como antikirchneristas que como liberales. Algo bien hicimos…
Nuestro vocero y referente público fue Gonzalo Blousson. A diferencia de otros liderazgos naturales de espacios que se ganan por mérito o empujones, a nuestro frontman lo elegimos entre nosotros, en una mesa de consenso de la que él mismo formó parte. Dado que el grupo que teníamos (no quiero empezar a hacer nombres porque a alguien inmerecidamente puedo dejar afuera) tenía como objetivo la difusión de las ideas liberales y no la especulación política o personal, todos pateábamos para el mismo lado. Con algunos de nosotros impedidos de convertirnos en figuras públicas partidarias por diferentes razones, en mi caso laboral, por unanimidad decidimos que Gonzalo nos representaría, trabajo que hizo muy bien.
Lamentablemente fue el primero y el último. La idea siempre fue que con el tiempo eventualmente mostraríamos diferentes personas de cara a la opinión pública. Aunque todo quedó en la primera etapa, también asomaron la cabeza otros miembros del equipo como Franco Amati o Belén Marty, hoy conocidos dentro del mundo del Bitcoin, tan relacionado a las ideas liberales. A pesar de la inexperiencia teníamos un proyecto a largo plazo consistente. De humildes ambiciones, pero muy concretas. Sin embargo, la burocracia y las reglas de la corporación política nos impusieron un prematuro final.
De aquella pesadilla legal de avales y afiliaciones, de la modificacion de la ley electoral que nos agarró a mitad de camino y de la única experiencia de las elecciones de 2013, tratará la tercera y última entrega de la historia del Partido Liberal Libertario. Próximamente por aquí.