Decir que nos anticipamos, que fuimos adelantados a una época, no necesariamente es un halago. Haber irrumpido con un proyecto vanguardista, dedicarle tiempo, esfuerzos y recursos a una cuestión que solamente marcó un camino, pero que murió en el intento de ser lo que no pudo, también merece su autocrítica. El Partido Liberal Libertario (PL), en caso de que hubiese sobrevivido, en este momento sería la estructura para un fenómeno —valga la redundancia— “liberal-libertario” que ocurriría años después. Sin embargo, hoy aparece como un misterio ante una nueva generación. ¿Quiénes eran? ¿Qué pasó? ¿Por qué no existen más? Puede que sean algunas de las preguntas que ahora, a casi una década, valga la pena responder. Y, modestia aparte, no hay otra persona más indicada para hacerlo.
Spoiler alert: todo lo que viene estará plagado del odioso periodismo autorreferencial en primera persona, engendro que el oficio profesional merece que reprimamos mientras sea posible. Ante esta licencia excepcional, las advertencias para quien opte por retirarse fueron dadas.
Recrear y la génesis del PL
Mi acercamiento con esta propuesta fue el día de su presentación. Aunque ya había visto en las incipientes redes sociales de entonces que se estaba armando un “partido liberal”, no me encontraba con la energía como para sumarme a una aventura semejante. Venía de mi primera experiencia política de la mano de Recrear de Ricardo López Murphy. Allí me acerqué por la coherencia y claridad conceptual del hombre que casi le toca acceder a la presidencia en 2003. Aquel partido, al que le había dedicado mi militancia juvenil en los años de los albores del “Socialismo del Siglo XXI”, había terminado cooptado por el macrismo.
Aunque muchos piensan que el PRO (Propuesta Republicana) nació como partido, lo cierto es que era una coalición entre nuestro Recrear y Compromiso para el Cambio, de Macri y Larreta. El problema de ese frente es que, en la mesa política, los negociadores del macrismo jugaban para Macri (lógico), pero los lopezmurphistas (supuestos) también estaban encolumnados detrás de Mauricio.
De este modo, se sacaron a RLM de encima y fusionaron ambos partidos en el nuevo PRO. Los principales responsables de ese proyecto fueron el fallecido Enzo Pagani y el actual senador Esteban Bullrich. Ellos pensaban que Macri tenía más chances de acceder al poder que Ricardo (puede que hayan tenido razón) y nosotros que no tenía sentido llegar al Gobierno sin principios claros (el fracaso de la gestión 2015-2019 no dejó dudas al respecto).
Ya Recrear para mí era poco liberal (el exdiputado Hugo Martini pidió mi expulsión por mis críticas a la bancada, donde trabajaba en prensa junto a Nora Ginzburg), el macrismo —al que conocía desde adentro— era imposible e incompatible con mis principios más básicos. No solamente por cuestión de valores o perspectivas diferentes, sino, la mayoría de las veces, por un espacio que carecía por completo de los mismos.
Y es que Compromiso para el Cambio se nutría, en su dirigencia, de personas en búsqueda de un cargo, y en su militancia de incautos que pensaban que se trataba de un proyecto de centro derecha. La mentira, increíblemente, parece haber quedado expuesta ahora, en 2021, con la postulación de María Eugenia Vidal en la Ciudad de Buenos Aires.
De aquella camada de jóvenes liberales dentro del partido, destaco solamente dos nombres, que aún por estos días siguen firmes en el campo de las ideas: José Guillermo Godoy, de Tucumán, que luego fundó la exitosa ONG Federalismo y Libertad, y Nadia Barrozo de Mar del Plata, actual coordinadora de Proyecto de la Fundación Naumann. Cabe destacar que no es que éramos los únicos jóvenes liberales del partido, es que no había mucho más en todo el territorio nacional por aquellos días “pre-Milei”.
Agotado y enojado por el fracaso de una tolda política a la que había contribuido años “por la camiseta”, solamente en defensa de unas ideas (a las que ni el partido acompañaba, salvo honrosas excepciones como la de Manuel Solanet, en la escuela de formación), llegué a la presentación pública del “Partido Liberal”. El término “libertario”, tan de moda por estos días, vino después.
Lo que había ocurrido hasta ese momento, del que no había participado todavía, fue la reunión de las personas que lo conformaron tras la convocatoria de un grupo de Facebook denominado “Yo quiero que haya un Partido Liberal en Argentina”… o algo así. Tengo entendido que el equipo inicial, del que también formaba parte Agustín Etchebarne, realizó una votación por el nombre. Agustín también venía de Recrear, por lo que también compartía la mochila de ese fracaso a cuestas, del que salió anímicamente más entero que yo.
De su lectura personal y experiencia, él había llegado a la conclusión que hacía falta algo más claro, democrático, institucional y principista que Recrear, pero que el término “liberal” en el nombre podía no ser buena idea. Si la información que manejo es acertada, el bando de Etchebarne se impuso, pero la génesis del PL decidió desistir entonces, ya que el proyecto que ellos querían formar debía ser explícito desde el nombre. El pase de facturas por esta situación (de forma amistosa y divertida, claro) entre Gonzalo Blousson y el director de Libertad y Progreso continúa al día de la fecha, o al menos seguía hasta la última vez que coincidimos los tres.
Etchebarne, aunque participó de la lista testimonial de candidatos a legisladores de 2013 en el puesto más testimonial de todos (el último en la lista) no participó del PL. Tampoco coincidimos en las líneas internas de Recrear. Él era el referente de Foro Republicano, un espacio no personalista, preocupado por las cuestiones institucionales internas, por lo tanto “no lopezmurphista”. Yo siempre estuve de acuerdo con sus postulados en el ámbito de lo teórico, pero consideraba que el partido no estaba listo para cuestionar el liderazgo de Ricardo. Probablemente, esta división entre los “lopezmurphistas-radicales” y el Foro (tercera fuerza) colaboró con el triunfo del ala “infiltrada” macrista que se llevó el partido.
Sin embargo, quisiera reconocer el trabajo de Agustín en Recrear, en defensa de las ideas liberales. Fue en la “escuelita” de Solanet, en una clase de Etchebarne, que tuve mi primer contacto con la Escuela Austríaca de Economía. Hasta ese momento, yo, que no tenía dudas de lo que funcionaba y no en el mundo, pensaba (como varios) que el socialismo era una buena teoría que fallaba en la práctica. Agustín, sin encontrar muchos oídos predispuestos, dedicaba su tiempo para explicar la imposibilidad del cálculo económico en las sociedades sin propiedad ni precios y los aportes de Ludwig von Mises. Mis compañeros no prestaban mucha atención, iban por el título simbólico con la firma de López Murphy. Yo estaba encontrando el sustento teórico a todo lo que interpretaba desde la intuición.
¿PL o PLL?
Si algo pudo más que la desilusión de Recrear en mi acercamiento con el nuevo “Partido Liberal” es que por fin aparecía un espacio para decir lo que se pensaba sin reparos ni tapujos. La idea de un partido principista, que además de participar de elecciones funcione como faro conceptual para el que quiera escuchar las propuestas, pudo más que mi agotamiento y frustración. Llegué a la presentación como un mero asistente y me fui como el encargado de prensa. Más allá de mis virtudes profesionales, lo cierto es que no había otro candidato. Así conocí a Gonzalo y a Franco Amati, dos referentes actuales más importantes del universo Bitcoin en el país. Del día uno nos entendíamos con la mirada. La sintonía siempre fue total y el objetivo que buscábamos era exactamente el mismo: el pequeño partido liberal que se embarre en la política sin comprometer sus principios. Una especie de Partido Obrero libertario.
La primera noticia de la Justicia Electoral fue que el nombre presentado no era posible. El Partido Liberal de Corrientes lo impugnó, lógicamente. A pesar de ser conocido como el “Partido Liberal de Corrientes”, lo cierto es que su nombre formal es “Partido Liberal”. La rama más ortodoxa, que “purgó” a los elementos más “derechosos” del día uno consiguió agregar el “libertario”, que fue avalado por la Justicia. Claro, que ya estaba el logo y la sigla. Decidimos mantener el “PL”, aunque el nombre de la agrupación era Partido Liberal Libertario. Claro que la prensa empezó a denominarnos “PLL”, por lo que las explicaciones comenzaron desde el inicio. “Es Partido Liberal Libertario, y la sigla es PL”, teníamos que decir cada dos por tres. A pesar de esta licencia (o divague) comunicacional, la imagen partidaria (desarrollada por un equipo encabezado por Cecilia Olive) fue de lo mejor que ofrecimos. El alita celeste sigue despertando muchos sentimientos en los que creyeron en este proyecto idealista, que nació y murió antes de tiempo.
Todo lo que vino después es para una segunda entrega.
Continuará…