El senador nacional Esteban Bullrich, que se dio el lujo de dejar en segundo lugar a Cristina Fernández de Kirchner, que tuvo que conseguir su banca por la minoría bonaerense, deja la Cámara Alta. Su lucha con la cruel Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), como él mismo reconoce, lo obliga a cambiar sus actividades y dedicarse a su familia. Desde que su condición fue pública, el legislador macrista es receptor de permanentes reconocimientos. Como persona valiente, como hombre consecuente de fe, pero también como político ejemplar. Lo cierto es que (al menos para mí) no lo fue. ¿Su grave enfermedad, para los especialistas terminal, es razón para considerarlo como lo que resulta discutible?
Antes que nada, quiero aclarar que estas líneas son absolutamente personales. Mis críticas para con el senador saliente son individuales y, vale la aclaración, ya que sus acciones han perjudicado a muchos más que a mi persona. Creo que no hace falta aclarar que mis palabras son con el máximo respeto a la persona, sobre todo ante este delicadísimo momento. Como ser humano, no tengo más que empatía y los mejores y honestos deseos. De la misma manera sentiría con respecto a algún dirigente del peronismo y así me manifesté la noche de la muerte de Néstor Kirchner. Ni la enfermedad ni la muerte nos indultan de nuestras acciones. Sin embargo, si a alguien ofendo, mis disculpas de antemano. Pero estas palabras son una asignatura pendiente, sobre todo, con mi honestidad intelectual y, sobre todo, conmigo mismo.
Conocí a Esteban con la primera camada de Recrear. Se trataba de un joven empresario, si mi memoria no me falla vinculado a la exportación de frutas o algo por el estilo. Ricardo López Murphy lo presentaba (y le “daba cancha”) como un especialista en el área de educación. Sin embargo, nunca percibí que sea un entendido en la materia, más allá del legítimo interés de cualquier individuo en la cuestión. Como siempre digo, se trata de la madre de todas las batallas. Claro que los problemas educativos de Argentina tienen complicaciones concretas, que necesitan soluciones puntuales.
Bullrich llegó al Ministerio de Eduación, tanto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como de la Nación. Sus gestiones pasaron sin pena ni gloria. Recuerdo que cuando asumió en la cartera local le escribí un extenso correo con las cuestiones que consideraba, desde la perspectiva liberal, que había que trabajar en materia de educación. Pero el flamante ministro consideraba que nada de eso era ni meramente viable. Claro que, si alguien acepta un cargo de semejante envergadura, y no está dispuesto a ir a fondo, su gestión se consumirá en la intrascendencia y será caracterizada por el retorno populista. Lo mismo le ocurrió a su jefe político, Mauricio Macri, cuando llegó a la presidencia.
Pero no son técnicos ni ideológicos mis cuestionamientos, como para escribir semejante artículo incómodo. Es moral. Justamente el área donde se le ve a Esteban como un ejemplo a seguir. Como dije, con el respeto de la situación, discrepo profundamente.
Los que participamos en la creación de Recrear para el Crecimiento allá por 2002, decidimos fundar un partido, bajo el liderazgo de Ricardo López Murphy (que nada tiene que ver con estas palabras), para expresar principios concretos. Compromiso para el Cambio, partido fundado por Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, se caracterizó desde un primer momento por la antítesis: la falta de principios y el seguimiento de las encuestas para ver que discurso adoptarían los referentes políticos del espacio.
Recrear y CpC cerraron una alianza en 2005 denominada PRO (Propuesta Republicana). El frente duró muy poco, ya que CpC coptó por completo a Recrear y el PRO pasó a ser un único partido. Para mí no fue ninguna sorpresa: en la mesa de negociación los operadores de Macri cuidaban los intereses de Mauricio, como era lógico. El problema es que los lopezmurphistas, liderados por Esteban Bullrich, también “pateaban” para el lado de Mauricio.
Con la llegada del macrismo a la intendencia porteña en 2007, los dineros públicos de la Ciudad facilitaron por completo la operación. De Recrear no quedó absolutamente nada. Luego de una interna, que tuvo serios episodios de fraude en varios centros de votación y una impúdica utilización de recursos estatales de la Ciudad en favor del ala macrista, López Murphy renunció al partido y dirigentes como Esteban y el fallecido Enzo Pagani cerraron la fusión.
Los afiliados y militantes, que colaborábamos “por la camiseta” sin interés en “la rosca” perdimos un partido nacional que nos costó construir, solamente porque un espacio de la dirigencia decidió que Macri ofrecía un camino más allanado al poder. Hay que reconocer que tenían razón. Mauricio llegó a la presidencia, mientras que López Murphy hacía presentaciones de libros en el interior del país, muchas veces para menos de cien personas.
Pero los que pensábamos que ese plan no era buena idea, también teníamos razón: el macrismo fracasó estrepitosamente, por los motivos que a muchos nos hacían identificarnos más con López Murphy que con el expresidente de Boca Juniors. Su llegada al Parlamento el día de hoy es una justa reivindicación.
Esteban Bullrich podía considerar que Mauricio ofrecía un mejor panorama político que su padre político y que el partido que lo llevó al Congreso en 2005. Es válido y justo. Debió presentar su renuncia y afiliarse a Compromiso para el Cambio, como hizo Federico Pinedo. No lo hizo. Utilizó su posición de poder para la seducción de dirigentes y llevó (por no decir que se “robó”, en términos políticos) una estructura nacional para obsequiársela al espacio político que lo hizo ministro y senador, lugar que hoy lamentablemente abandona, por causas absolutamente dolorosas.
Nada de esto es parte del debate hoy. Solamente hay reconocimiento, hasta por parte del kirchnerismo, para un dirigente político que la está pasando mal por una cuestión de salud. Yo prefiero expresarme, ya que no lo hice antes públicamente, cuando gozaba de buena salud. Nadie tiene la vida comprada y por ahí me toca a mí irme antes, lógico. Pero, hoy, que estamos los dos y a pesar de todo, siento necesidad de decir que Esteban no ha sido ningún ejemplo de lo que necesita este país de su dirigencia para salir adelante.
No es más que mí opinión.
Le mando un fuerte abrazo al senador y lo felicito por su hermosísima familia, que ya tiene experiencia en atravesar por situaciones complejas.