Antonio Escohotado fue un rival muy difícil para la izquierda. En muchas oportunidades debatió en su país con varios referentes de Podemos, dejando sin respuesta y ni palabras a interlocutores como Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero. Es que, además de contar con armas infinitamente superiores a las de varios referentes de la derecha española, con la que suelen discutir, Escohotado vino del comunismo puro y duro. Conocía bien el paradigma mental de los socialistas ya que él había estado allí. Lo que lo alejó de esas ideas fue la honestidad intelectual y la curiosidad de siempre querer seguir aprendiendo, abierto a los cuestionamientos propios y ajenos.
“A mí me ha dolido más que a nadie cambiar de idea. Porque había puesto tanto corazón, tanta esperanza en que el comunismo fuese la forma moderna del humanismo, que cuando la experiencia demostró que me había equivocado, pues primero me abstuve durante varios años. No dije nada. Ni siquiera a mi círculo inmediato. Luego dije que tenía una responsabilidad conmigo mismo y con los demás. Y ahí está”.
Producto de ese recorrido intelectual, quedaron los tomos de “Los enemigos del comercio”. Una gran obra donde el fallecido intelectual analizó en su momento los prejuicios a lo largo de la historia, que terminan desencadenando en las ideas políticas que él mismo abrazó en su juventud. “No es fácil haber pensado durante años que sería capaz de dar la vida para matar a Franco, y luego te enteras que no era más que un pequeño dictador en comparación con lo que ha habido en el siglo XX”, manifestó en una entrevista.
Sin embargo, en Argentina el público en general lo conoció por otra cuestión: su cruzada por la liberalización de las drogas. A principios de la década del noventa, Escohotado apareció en varios programas televisivos con un discurso adelantado a su tiempo, que recién comienza a tener plafón por estos días: que el individuo puede hacer lo que desee con su vida y su cuerpo mientras no afecte derechos de terceros y que el narcotráfico tiene como única explicación la prohibición de determinadas sustancias. Sus palabras generaron una catarata de presentaciones en la justicia que denunciaron una supuesta conducta apologista.
La punta de lanza de esas acusaciones públicas fue llevada dos impresentables hipócritas, a los que les tocó partir del mundo antes que Escohotado: Diego Armando Maradona y el juez kirchnerista Norberto Oyarbide. Ellos, junto a un grupo de periodistas, presionaron para que se le censure y acusaron al español de venir a la Argentina, “no para vender libros, sino para vender drogas en las escuelas”. Paradojas de la vida, la semana de la muerte de Escohotado coincide con las declaraciones de una mujer cubana, que reconoció haber sido abusada en reiteradas oportunidades, e iniciada de drogas por la fuerza por parte del exjugador.
En sus últimos años, Escohotado participó de diversos foros y entrevistas online para todo el mundo, por lo que deja, además de su prolífera obra, muchísimo material audiovisual como para conocerlo y profundizar en su pensamiento.
Definitivamente fue un hombre adelantado a su tiempo, que evolucionó intelectualmente de la mano de la curiosidad y la honestidad, y, afortunadamente, fue reconocido en vida.
Descanse en paz.