Juntos por el Cambio fracasó estrepitosamente en lo económico. Aunque el país logró durante el macrismo un mejor posicionamiento internacional y se cambiaron temporalmente algunos paradigmas en materia de seguridad, en el desafío más importante hizo agua. Sin embargo, la alianza entre el PRO, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica, no tenía muchas posibilidades de llevar a cabo una gestión económica exitosa. Cambiemos, producto de sus contradicciones internas, a lo máximo que pudo aspirar es a un “kirchnerismo de buenos modales”. Justamente, es por ello que el hábil plan de Cristina Fernández de Kirchner de buscar un excolaborador crítico para que la acompañe en la fórmula fue suficiente para devolverle el poder al peronismo.
Sin embargo, el Frente de Todos (afortunadamente) también estaba condenado al fracaso desde el día uno. El justicialismo tradicional y el espacio de Sergio Massa, que le arrebataron el sueño de reforma constitucional a CFK, tampoco podían amalgamar un proyecto claro, vaya en el rumbo que vaya.
Las contradicciones internas del oficialismo al menos sirvieron como tapón, de modo que se pudiera evitar que el kirchnerismo genere todavía más daño. Aunque la facción afecta a la vicepresidente se impuso políticamente, Cristina no pudo hacer todo lo que quiso. El pase de facturas entre los grupos en pugna seguramente termine de explotar hoy, después de las seis de la tarde, cuando se abran las urnas. Podría darse un cambio en los frentes políticos. No sería nada raro que un sector del peronismo se acerque a Alberto Fernández para pedirle la jubilación de su compañera de fórmula, como tampoco sería de extrañar que el kirchnerismo responsabilice a la supuesta “socialdemocracia albertista” del fracaso electoral que el lunes será tapa de los diarios.
Aunque todavía es muy temprano para vislumbrar cualquier escenario 2023, no son pocos los analistas que dicen que, a partir de mañana, podría comenzar a escribirse la historia del final del kirchnerismo. Y para que esto ocurra, los que tienen la voz cantante son los peronistas. Los gobernadores, intendentes, diputados y senadores, que, en pos de sus propios intereses a futuro, decidan firmar la carta de defunción política de la mujer fuerte de la Argentina de las últimas dos décadas.
Sin embargo, el quiebre necesario del peronismo no es el único que debería tener lugar para que Argentina tenga posibilidades. De acceder al Gobierno lo que hoy es la coalición opositora, los desafíos económicos que enfrentarán serán incluso más difíciles que en 2015. Aunque algunos de sus principales dirigentes como Patricia Bullrich, o el mismo Mauricio Macri, reconocen que no hay tiempo que perder, los socios de la UCR y la CC, cantan: “Con Milei no se habla”. No hace falta personalizar. El cántico en cuestión quiere decir que, con ellos, no habrá las reformas de shock que Argentina necesita.
Aunque al día de hoy la coalición cambiemita se mantenga unida, ya hay barullo interno. Es que las “palomas” interpretan que los elogios del expresidente para el economista libertario que se convertirá en diputado son muy medidas. Una especie de mensaje interno para la propia fuerza. Por su parte, Milei, lejos de aplicar el dogmatismo liberal que mantiene para su plataforma económica, en lo político ha mostrado un pragmatismo tan grande como necesario. Él ya dijo que sueña con un gran frente que incluya a ciertos sectores del macrismo y el peronismo no kirchnerista. Y si su fenómeno crece, Juntos por el Cambio, como lo conocemos, tendrá que cambiar puertas adentro. De lo contrario, no podrá cambiar el país.
Aunque Argentina hoy vota con dos grandes frentes políticos (el macrismo y el kirchnerismo), con una tercera fuerza liberal que viene pidiendo cancha (y conseguirá representación parlamentaria), es posible que el próximo escenario sea distinto. Este bipartidismo frentista con el espacio de moda disruptivo podría generar un panorama de tres tercios en el futuro: una centro derecha con los liberales marcando la agenda económica, las palomas del PRO con la Coalición Cívica y el radicalismo representando una socialdemocracia y el kirchnerismo, ya como una representación casi marginal, que ya no representaría en soledad ni el 30% del electorado.
Veremos cómo se comienza a diseñar el mapa desde las seis de la tarde, hora argentina, claro.