En Argentina el oscurantismo económico está a la orden del día. Con el dólar libre en los 200 pesos y la inflación fuera de control, la fallida gestión del Frente de Todos se mueve entre manotazos de ahogado, mentiras y la desesperación. Sin otra propuesta más que el “congelamiento de precios”, el oficialismo pretende llegar a la elección en pie. No obstante, todo puede explotar en cualquier momento. Es tal el desastre que se vive bajo la actual encarnación peronista, que hasta la dictadura comunista de Cuba puede mostrar mayor racionalidad que el gobierno argentino.
Para Alberto Fernández, la suba de los precios (de todos los productos, justamente en todos los comercios) solamente se explica por la “picardía” de los empresarios. Su supuesta oposición, encarnada en Horacio Rodríguez Larreta, no lo contradice del todo y asegura que hay que combatir a los monopolios (que solamente habitan en la cabeza de la clase política) “que poco ayudan” a solucionar el drama inflacionario. En Cuba parece que en la burocracia actual pueden ser comunistas, pero no boludos. Uno los escucha hablar, y en comparación a los políticos argentinos, parecen catedráticos de la Escuela de Chicago.
“Cuando sobra dinero en la economía, casi siempre hay inflación. Y lo primero que hay que hacer es, a través de políticas fiscales, controlar el dinero que hay en la economía“. Estas palabras, que contradicen todo lo que el peronismo dice en Argentina pertenecen a Mariano Murillo. Él es el jefe de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo del régimen comunista cubano. Para el funcionario de la dictadura, “es necesario que haya un equilibrio monetario” ya que los desajustes inflacionarios están complicando la vida “sobre todo en los sectores de menores ingresos”.
Curiosamente, mientras los burócratas de Miguel Díaz-Canel dan muestras de racionalidad económica, en Argentina se retrocede tanto, que hasta se terminan impulsando iniciativas que convierten a sus ciudadanos en personas con menos derechos en comparación a los turistas. Justamente como ocurrió durante años en la isla con los hoteles exclusivos y las diferenciaciones monetarias. Ante la necesidad imperiosa de ingresar divisas en el sistema formal, el Gobierno habilitará mediante el Banco Central cuentas en dólares para que los turistas puedan depositar sus “verdes”, con la posibilidad de cambiarlos al precio “blue” sin necesidad de recurrir al mercado negro. Si un argentino quiere hacer lo mismo en los bancos, recibirá la mitad de pesos por cada dólar. Es decir, menos de 100.
Argentina ya comienza a ahorrar en guaraníes paraguayos y ve hasta con envidia la claridad conceptual en materia monetaria de una dictadura comunista. El colapso es inevitable y lo único que se puede hacer es ajustarse el cinturón, esperar el impacto y discutir el programa de reformas que se viene. Ya no por opción ni conveniencia, sino por obligación.