Aunque el kirchnerismo tenga fácil la acusación de “fachos” para todos los que critican las tropelías oficiales, lo cierto es que, técnicamente, la actual encarnación del peronismo está plagada de denominadores comunes con los peores totalitarismos del Siglo XX. Desde el atraso de la legislación laboral que defienden (inspirada en la Italia fascista de hace casi cien años), hasta la mezcla simbiótica de lo partidario con lo estatal, el Gobierno cae recurrentemente en los peores vicios. Muchos de los cuales, hay que decir, fueron hasta utilizados por los nazis. El vocero de la última barrabasada fue Martín Guzmán, para muchos de lo más “civilizado” del Frente de Todos.
El debate comenzó con unas declaraciones de la exgobernadora de Buenos Aires y actual candidata a diputada por la capital, María Eugenia Vidal, que cuestionó el vergonzoso, autoritario y contraproducente programa de control de precios impulsado por la secretaría de Comercio. La referente de Juntos por el Cambio, que cuando estaba a cargo de la gobernación también cayó en el mismo vicio de culpar a los empresarios por la inflación, ahora parece que aprendió algo de economía y dijo que la receta implementada por el oficialismo “no va a resolver el problema”. En el mismo sentido se expresó el expresidente Mauricio Macri. Más allá del doble discurso cambiemita, que hoy trata de empatizar con la creciente demanda liberal dentro del votante opositor, la respuesta del ministro fue nefasta.
En sintonía con una de las más clásicas demonizaciones utilizadas por las grandes dictaduras del último siglo, Guzmán aseguró que los dirigentes de la oposición son “enemigos” de la Nación y de los intereses de los argentinos. Para él, tanto Vidal como Macri tienen una posición “antisoberanía”, “antiargentina” y “están en contra de los intereses de la Patria”.
“Juntos por el Cambio formó básicamente una alianza con parte del poder económico en la Argentina y también con el establishment financiero, con el poder financiero internacional. Fue una alianza que fue en contra de los intereses del pueblo. Eso es lo que motiva a gente como a mí, es mi caso, a dar todo para cuidar a la Argentina, porque eso es antiargentina, la posición que mantienen dirigentes claves de Juntos por el Cambio”, manifestó el ministro de Alberto Fernández.
Al delirio de Guzmán no le falta nada: teoría conspirativa, alianza con poderes extranjeros, sociedad con los enemigos internos y complot contra el pueblo inocente, del que él vendría a ser el defensor e interprete. Afortunadamente, todo parece indicar que ya no hay en la mayoría del electorado oídos receptivos para estas estupideces. Sin embargo, las palabras del economista del oficialismo, no deben pasar desapercibidas. Aunque la población, según lo que manifiestan las encuestas, ya no se traga este discurso, el mensaje no puede pasar por alto. Debe ser repudiado por todo el arco político y por los periodistas y analistas como lo que es: una nefasta similitud con las herramientas comunicativas de las peores dictaduras de la historia.