Para muchos, Sergio Massa es lo más razonable que tiene el Frente de Todos. Sin embargo, si uno ve con lo que se lo compara dentro del oficialismo, al instante se da cuenta que no hay demasiado mérito en la cuestión. Sin ir más lejos, la semana pasada, un diputado de su bloque propuso la nacionalización de los depósitos bancarios para “impulsar la economía”. Desde sus redes sociales, el presidente de la Cámara baja aseguró que presentarán un proyecto para “convertir los planes sociales en trabajo”. No obstante, la idea tiene problemas básicos, como la confusión entre oferta y demanda.
Aunque Argentina tiene dificultades puntuales con recursos humanos determinados, en general, el drama nacional es la descapitalización de una economía cada vez más miserable y escuálida. El trabajador nacional incluso es valorado en el mundo ya que, además de su capacidad profesional puntual, es en cierta manera un sobreviviente, proactivo por necesidad. En cierta manera, para subsistir en este país hay que ser un poquito MacGyver.
Cuestiones como la atención constante ante la inseguridad que reina en el territorio, los conocimientos básicos de economía que hay que tener para escaparle en lo posible a la inflación y la devaluación todos los meses, sortear la burocracia imposible permanentemente y lidiar con la agencia recaudadora de impuestos, nos hace a todos egresados del postgrado de la vida dura. Un capital que no tiene un gringo o un alemán ni por casualidad.
Viendo los datos que arrojan las encuestas, Massa se debe haber dado cuenta que la gente no quiere financiar más un Estado con obesidad mórbida, ni pagarle planes sociales toda la vida a personas que, juntando los subsidios que reciben en la familia, superan ya en ingresos a un hogar de sacrificados trabajadores. Es por esto que, en el en marco de la desesperación por remontar el resultado de las primarias, el líder del Frente Renovador prometió presentar un proyecto que convertirá planes en trabajo, mediante “la capacitación” y las “herramientas de promoción” que generará el Estado.
El Gobierno puede impulsar cualquier iniciativa que quiera (que también podrían ser realizadas por el mismo sector privado), pero si pone el ojo en la oferta y no en la demanda, no solucionará absolutamente nada. El problema está al otro lado de la ecuación. Si desea generar el boom de empleo que Argentina necesita, el proyecto, en lugar de decir “capacitación” y “herramientas”, debería decir: “Desregulación laboral” y “reducción impositiva”. Mientras que las empresas tengan que afrontar los costos laborales e impositivos actuales, soñar con la reactivación económica y con reducir la desocupación (y los planes sociales) es una quimera.
Si lo único que piensa hacer el Congreso es fomentar “capacitaciones”, al menos a partir de diciembre, Javier Milei, Ricardo López Murphy y José Luis Espert podrán trabajar en “capacitar” a sus colegas diputados en materia económica, a ver si se dejan de proponer estupideces.