Si alguien se interioriza en la vida de Freddie Mercury por estos días, sobre todo luego del éxito de la película Bohemian Rhapsody, es posible que se encuentre con alguna información tendenciosa y discutible. Reseñas con más intención de cuajar al personaje con lo políticamente correcto de la actualidad, que con información concreta sobre lo que fueron sus 45 años de vida. Es muy común ver ahora al cantante de Queen en libros, publicaciones y artículos periodísticos como algo que no fue: un pobre refugiado que llegó a Londres para triunfar y convertirse en un gran ícono de la comunidad homosexual. Todo ese perfil inventado es un ridículo cuento idealizado, desde lo que el progresismo actual considera como ideal, claro.
La historia del gran cantante y compositor en Inglaterra comienza a sus 18 años. Pero lo cierto es que su arribo al país que lo vio triunfar, poco tiene que ver con la historia de un joven y sufrido “refugiado”. Su padre trabajaba para la Corona británica en las colonias, por lo que el niño Farrokh Bulsara no vivió una infancia de privaciones. Una de las fotos más famosas de su niñez en Zanzíbar es junto a su niñera, por lo que es evidente que la familia contaba con un buen pasar. En su educación en la India en el St. Peter´s School, ya utilizando el nombre de Freddie, el Mercury en proceso hizo cuatro años de piano y terminó su educación en el St. Mary´s de Bombay. Su formación era más británica que otra cosa.
La llegada de su familia a Middlesex, lejos de haber sido una etapa desesperante de un grupo de refugiados, fue el inicio de una vida tranquila de clase media. Como sí se ve bien en la película, los mayores dolores de cabeza que tuvo su padre fue lidiar con un joven al que lo seducía más la cultura de la nueva vida londinense que sus raíces parsis. Cualquier analogía con los dramas de los refugiados de tantas tristes historias de la actualidad es simplemente, falso.
Ningún “emblema de la causa LGBT”, simplemente un cantante homosexual
De lo único que hizo una causa Freddie Mercury en sus dos décadas de fama fue del respeto a su privacidad. No tuvo la mejor relación con la prensa, que lo hostigó durante los años de su enfermedad, y siempre limitó su intimidad para los suyos. Es más, tan lejos estuvo de haber sido un “ícono” para la comunidad homosexual, que ni siquiera “salió del closet”. Es que no lo necesitaba porque tampoco negaba su condición ni la hacía pública. Jamás se dedicó a fingir una vida que no tenía, como hicieron otros artistas de la época que hasta se casaban por cuestiones de “pantalla”, pero tampoco nunca reconoció su homosexualidad. Era asunto suyo y de nadie más.
Su elección sexual no era ni motivo de orgullo, militancia ni tampoco de vergüenza. En una entrevista en Brasil, una periodista le pregunta si I want to break free fue escrita dedicada al “mundo gay” y la respuesta del músico deja bastante en evidencia su pensamiento respecto a esas cuestiones. Primero aclara que no. Señala que el tema lo escribió John Deacon, “un hombre felizmente casado” (que hasta el día de hoy sigue con su primera y única esposa), que hace referencia a cualquier persona que sienta que tenga que liberarse, pero, para que no queden dudas, finalmente dice: “además, no es mi canción”.
En pocos segundos, Mercury parece dejar en evidencia mirar al mundo desde la perspectiva del individualismo metodológico en lugar de algún colectivo determinado, y también muestra seguridad en su propia individualidad. A pesar de no hacer pública su condición sexual, pero sabiendo que es bastante evidente, sin ningún problema aclara que no es su composición, por si se la asocia al “mundo gay” por él. A pesar de estar a mediados de los ochenta, el tema no lo incomoda en lo más mínimo. Incluso, para opinar de la cuestión homosexual, Freddie hace referencia a “the gay thing”, normalizando por completo la cuestión, que ahora sectores de la izquierda pretenden politizar y sacralizar. Para mostrar lo alejado que estaba el músico del descontextualizado mito progresista actual, Mercury cierra la entrevista con una broma inocente que el feminismo actual denunciaría por inaceptablemente sexista y machista.
Para la izquierda actual sería un “cerdo capitalista sin conciencia social”
Freddie Mercury, y sus compañeros de Queen, siempre les dieron importancia a los negocios de la banda. Tocaron el tema de la importancia de la independencia económica en varias entrevistas luego de los primeros años donde no hicieron dinero y nunca pretendieron mostrar un discurso hipócrita donde “el vil metal” sea algo secundario en el mundo del arte. Nunca tuvieron reparo de mostrarse como empresarios preocupados por sus negocios.
Todos sus cambios de estilos, que hicieron a la perfección, tuvieron que ver con mantenerse vigentes en la industria y no tuvieron reparos en pasar del góspel al rock duro y básico en el apogeo del punk en tan solo un año. Claro que estas cuestiones son un problema de índole moral para los que ven el mundo desde el campo socialista. Los que comprendemos que sin negocio y capitalismo no hay Queen ni Beatles ni siquiera instrumentos musicales ni programas de grabación, no tenemos ningún problema en aceptar la cuestión.
Sus decisiones acertadas en el campo empresarial le hicieron ganar a los miembros del cuarteto británico una considerable fortuna. Con su dinero bien habido y merecidamente ganado, Freddie Mercury se dio todos los gustos que pudo en vida y fue muy generoso con sus amigos. Su mundo era ese y estaba formado de hombres, mujeres, heterosexuales, homosexuales, colegas y gente de diversos ámbitos. No lo era la comunidad homosexual, la patria natal, los proletarios, el feminismo ni cualquier otro colectivo desde los que se pretende interpelar el mundo hoy desde la izquierda.
Fue un hombre con luces y sombras como todo el mundo, con un ego e individualismo importante, que poco tiene que ver con los falsos modelos que nos quieren imponer hoy desde la progresía monocorde internacional. Su sexualidad fue parte de su intimidad y nunca renegó ni hizo bandera de eso. Disfrutó el dinero que hizo sin culpas y hasta se rio del socialismo húngaro, proponiendo comprar el Parlamento, y preguntando si tenía cuartos para el personal de servicio.
Quiso ser una leyenda y lo logró. No se propuso ser el mejor de todos… pero lo logró también.