Aunque José Luis Espert, Ricardo López Murphy y Javier Milei le subieron un poco el nivel al debate político argentino, la previa de las primarias fue, como siempre, aburrida desde lo conceptual. Es que con la grieta vacía del macrismo y el kirchnerismo, y candidatas como María Eugenia Vidal (que no quieren debatir) o Victoria Tolosa Paz (con el “garche” y la astrología), es muy difícil encontrar un espacio para un debate de contenido. Aunque la socialista Manuela Castañeira insiste en discutir ideas, su pobre formación económica, además de su impune doble discurso, queda en evidencia permanentemente.
Lejos de mostrar evolución y madurez, la izquierda argentina ha retrocedido hasta el marxismo y el trotskismo puro, ortodoxo y sin escalas. La irrupción del kirchnerismo como fuerza política hegemónica del progresismo y la centroizquierda terminaron generando una radicalización absoluta de los partidos socialistas tradicionales. Como si nunca hubiese caído el muro, estos partidos argentinos ahora se reconocen como “anticapitalistas”. Para ellos, Alberto, Cristina, Maduro o Díaz-Canel, no son más que gobernantes que se desempeñan dentro del “modelo capitalista”, al que ellos combaten.
Una de las notas de color de la campaña en redes sociales, fue sin dudas el moderno iPhone que Castañeira lleva pegado a sus manos en todas las entrevistas televisivas. Como era de esperar, miles de usuarios reparan a diario en la contradicción de la candidata de izquierda. Es que ella habla de anticapitalismo permanentemente, pero muestra devoción por su sofisticado teléfono celular, absolutamente inaccesible para la mayoría de los asalariados argentinos, a los que ella supuestamente pretende representar en el Congreso.
Luego de una entrevista con Alejandro Fantino, donde insistió con sus propuestas infantiles del “salario universal de 100 mil pesos” financiado con “mayores impuestos a los mega-ricos”, como medida de transición hacia su modelo “anticapitalista”; Gabriel Levinas le recordó que sin capitalismo no podría tener su moderno celular que la acompaña a todos lados. Lejos de reparar en su contradicción, Castañeira redobló la apuesta y dijo dos barbaridades: que ella con su salario se compra lo que quiere (claro que tiene derecho, pero el problema es que, con sus propuestas, el resto no tendríamos la misma libertad) y que su iPhone no es producto del capitalismo, sino del “trabajo humano”.
En su básica formación marxista, basada en la teoría de la explotación y la plusvalía, su cabeza considera que el mismo teléfono podría ser producido sin empresarios ni capital, ya que los trabajadores que lo diseñaron y fabricaron, podrían hacerlo en el marco de un modelo socialista igualitario. Lo más grave es que ella considera que entiende algo de economía y dice estas barbaridades impunemente y por televisión, sin ponerse colorada.
Lo que primero que tendría que saber o reconocer, es que el modelo liberal, que permite que existan “empresas capitalistas”, es el único que avala modelos de cooperativas igualitarias. La libre asociación, que autoriza a producir a un empresario y contratar a cambio de un salario, también es compatible con la horizontalidad igualitaria. Así que, dentro del liberalismo, todas las cosas que ella supuestamente propone pueden realizarse. En su modelo, las organizaciones que a ella no le gustan (aunque produzcan sus debilidades) están prohibidas.
Pero, además de la necesidad de libertad para la creación innovadora, su sistema está absolutamente imposibilitado de producir esos bienes, por más “trabajo humano” disponible que haya, por cuestiones que ella ignora o considera irrelevantes. Por ejemplo, el orden espontáneo y el ordenamiento mediante el sistema de precios, que es, al fin y al cabo, lo que hace imposible al socialismo.
De la misma manera que con capital solo no alcanza, hace falta el sistema de precios libres para ordenar y coordinar el trabajo de las miles de personas que colaboran para fabricar un iPhone. Esa compleja división del trabajo y proliferación de proveedores y especialistas, que se prepararon como electrónicos, ingenieros y diseñadores (sin saber que serían parte de un engranaje que produzca teléfonos de última generación) solamente pueden coordinar mediante el sistema de precios libres. Pensar que para Milton Friedman todo esto era más que evidente explicando cómo se produce un lápiz. Aunque ahora todo es mucho más explícito, personajes como Castiñeira siguen en el más profundo oscurantismo intelectual.
Lo peor es que piensa que entiende algo de economía…