La patética suspensión de la exportación de carne argentina fracasó, como lo hizo las últimas veces que se intentó. Mientras se niega la problemática monetaria de la inflación, Alberto Fernández insiste en controles y medidas contraproducentes que no hacen otra cosa que agravar la problemática económica y productiva nacional. Sin embargo, Paraguay y Uruguay se vieron beneficiados por la delirante política argentina.
En lo que va del año, Paraguay exportó 211.650 toneladas de una carne, que cada vez que los argentinos degustamos, comprobamos que mejora en su calidad. De esta manera, el país consiguió un ingreso de 988 millones de dólares. Por su parte, los vecinos del otro lado del charco registraron un récord en julio con el nivel de ventas más alto de los últimos 20 años.
Los medios paraguayos, que denominan a la exportación de carne vacuna como una “estrella” del país, celebran que en la actualidad logran vender hasta las menudencias de las vacas. “Las perspectivas son mejores atendiendo a las restricciones impuestas por Argentina a sus exportaciones por parte del Gobierno de Alberto Fernández”, festejan.
El problema de fondo, cada vez peor
Mientras los vecinos Paraguay y Uruguay celebran la creación de nuevos mercados que Argentina pierde, y reciben las divisas que aquí escasean, el Tesoro sigue con problemas de financiamiento y todo parece indicar que seguirá apelando a la impresión de dinero por parte del Banco Central.
En la jornada de hoy, el Gobierno pudo captar en el mercado local poco más de 146000 millones de pesos, pero en la semana deberá enfrentar un vencimiento por 224000 millones. ¿De dónde saldrán los 78000 millones restantes? De donde salen siempre. En el último mes y medio, el recurso de la emisión monetaria ya lleva 270000 millones de pesos.
Mientras tanto, la inflación de junio alcanzó 3,2 %, por lo que acumula 23,7 % en lo que va del año. Este era el número que el Gobierno había previsto para el acumulado anual. Como si fuera poco, el temor a una nueva corrida con el tipo de cambio hace que el Gobierno siga pisando el dólar oficial que ya prácticamente es de la mitad del libre (102 contra 180). La nueva devaluación (y su repercusión inflacionaria) es cuestión de tiempo. Habrá que ver si se animan a destapar la olla después de las primarias de septiembre, o si esperan a las elecciones de noviembre, cuando la presión será todavía mucho mayor, al igual que el posterior daño.
Pero la culpa es del campo, del precio de la carne y de los “formadores de precios”. Lo peor es que hay gente que repite esta estupidez…