El lunes, 1 de julio de 1974, María Estela Martínez de Perón convocó a una reunión de Gabinete. Su esposo, convaleciente, se quejó. “¿Justo hoy tiene que ser?”, le dijo esa mañana, en la que se había levantado un poco mejor de semblante. Sin embargo, cuando su esposa y vicepresidente estaba reunida con los ministros, Juan Domingo Perón se descompensó. Casi sin aire, en medio de una convulsión le dijo a una asistente: “Me voy, me voy” y cayó hacia un costado del sillón donde descansaba. Y se fue. Bueno, al menos en su plano físico. Hoy, a 47 años de su muerte, está más vigente que nunca.
En vida, el fundador del movimiento justicialista dejó en claro que su espacio político debía ser amplio. Incluso no le molestaba la presencia de supuestos traidores, ya que consideraba que ellos creaban los anticuerpos para la misma salud del movimiento. Y, mal que mal, logró mantener bajo su figura espacios ideológicos muy diversos, pero que todos se reconocían como “peronistas”.
Tras su muerte, las ramas izquierdas y derechas del movimiento se enfrentaron a los tiros y la anarquía que dejó su ausencia física terminó en el último gobierno militar. Hoy, a casi cinco décadas, el peronismo es el oficialismo, parte de la oposición, pero también la tercera vía por fuera de la grieta. Seguramente ni el mismo Perón se hubiera animado a soñar con semejante influencia en la política nacional, a lo largo de la historia.
Peronismo oficialista
Oficialmente, el oficialismo (valga la redundancia) es el peronismo. El kirchnerismo, que se considera heredero de aquel peronismo de izquierda, gobierna con una alianza de gobernadores peronistas y el espacio de Sergio Massa, también peronista. Esta coalición ha fracasado estrepitosamente. Alberto Fernández propuso en campaña una gestión moderada de centro, pero el espacio de Cristina Kirchner copó el Frente de Todos, por lo que, si hay un duro revés electoral, no sería descabellado pensar en un nuevo quiebre similar al de 2017.
El peronismo, como estructura de poder, puede usar al kirchnerismo para volver al Gobierno, pero no tiene intenciones de suicidarse como espacio político. CFK sabe que, si el PJ la deja sola, se cae. Su tercio ideologizado no le alcanza para ganar ninguna elección.
Peronismo macrista
Miguel Ángel Pichetto representa al “Peronismo Republicano” (oxímoron para más de uno) dentro de Juntos por el Cambio. Aunque el macrismo tuvo siempre varias patas peronistas con dirigentes como Diego Santilli, Cristian Ritondo o Emilio Monzó, que presidió la Cámara de Diputados mientras que JxC gobernó, el último candidato a vice de Mauricio Macri le aportó a la coalición opositora lo que pronto será un partido peronista a nivel nacional.
Si el kirchnerismo pretende representar ideológicamente a lo que fue Montoneros, Pichetto (ahora) reivindica la última versión “derechista” del General. Por eso utiliza una terminología combativa que entusiasma más a la platea cambiemita que las posiciones socialdemócratas de la Coalición Cívica y la Unión Cívica Radical.
¿La tercera vía? También peronista
Florencio Randazzo ya confirmó que será candidato a diputado en la provincia de Buenos Aires. Irá contra Juntos por el Cambio y contra el Frente de Todos…en el nombre del peronismo. Aunque el exministro busca posicionarse con un discurso opositor, denunciando las arbitrariedades del oficialismo, todavía es un misterio la cuestión de a quién le roba más votos.
A nivel “aparato” puede que algunos intendentes crean que al kirchnerismo se le viene la noche, por lo que es probable que jueguen con él, o al menos repartan los huevos en distintas canastas, pero ante el público general, todo parece indicar que Randazzo, respaldado por Roberto Lavagna, podría nutrirse de votos que naturalmente irían a Juntos por el Cambio. Pero habrá que ver. Todas las veces que el kirchnerismo contó con una tercera opción peronista competitiva, no pudo imponerse en el distrito bonaerense.