La Real Academia Española reconoce al término como un “adjetivo coloquial” utilizado en la República Argentina. Une “bola” y “udo” y significa “necio o estúpido”. Después de la última canción del juglar kirchnerista Ignacio Copani más de uno podría haberle dicho, como mínimo, que es un necio. Jorge Lanata eligió el tradicional “boludo” para describirlo y el músico oficialista lo demandará en la Justicia.
“Yo tengo un abogado, pero quiere ir a fajarlo (golpearlo), y ese no es el camino”, señaló el cantante K, que será asesorado por el letrado estrella de Cristina Kirchner, Gregorio Dalbón, quien ahora también representa a Alberto Fernández en su conflicto con Patricia Bullrich. En la opinión de Copani, este comportamiento no puede ser “naturalizado”. “Lo voy a denunciar y ojalá sirva de ejemplo para todo lo que nos tragamos constantemente”, aseguró.
“El boludo de la semana”
En la última edición de Periodismo Para Todos, Lanata decidió “homenajear” al artista como “el boludo de la semana”, luego de la publicación de su última canción que se difundió en las redes sociales. “No hace falta decir casi nada. Solo con lo que van a ver el argumento está dado. El boludo de la semana es Ignacio Copani”. En el tema, cantautor oficialista hace referencia a la supuesta obsesión del votante opositor con el contrato frustrado del Gobierno, que no pudo conseguir las vacunas Pfizer para distribución en Argentina.
Copani aseguró que la actitud del periodista de Canal 13 “es intolerable” y que “genera violencia”. Según declaró a los medios, su presentación judicial será para aclarar que no piensa “dejarse basurear de la manera que lo vienen haciendo”. Más allá del debate sobre la actitud de Lanata, de lo apropiado o no del término, así como de lo que generó la cuestión en redes sociales, lo cierto es que el kirchnerismo ha fomentado la violencia en sus medios afines desde 2003. Cuando reciben una respuesta a la altura de lo que ellos acostumbran, en el oficialismo y sus satélites hay desconcierto e indignación.
Más que “boludo”, triste
Una de las tradiciones más tristes del kirchnerismo fue la camada de artistas, cantantes, actores y personajes de la cultura que decidieron convertirse en voceros del Gobierno. En la mayoría de los casos, la “sintonía” vino de la mano de prebendas, pero también hubo aprovechamiento ideológico y, en algunas oportunidades, ambas cuestiones juntas.
Sin embargo, a pesar de las mieles del poder y algunos contratos en el Estado, muchos personajes alineados han sufrido el repudio del público mayoritario. Tal es el caso de Dady Brieva, quien pasó de percibirse como uno de los espectáculos cómicos más queridos del país, como el trío Midachi, a ser insultado por la mayoría de las personas que antes compraban la entrada para verlos.
Ignacio Copani, que tuvo algunos éxitos en su carrera y que logró colar alguna de sus canciones en grandes éxitos televisivos, decidió ocupar el rol del juglar del poder. La canción sobre la vacuna Pfizer no es otra cosa más que el discurso del kirchnerismo con melodía pegajosa. Él sabe que este rol no es gratis y que sus días de músico querido han terminado. Decidió representar a una facción hostil y autoritaria, cada vez más repudiada por la mayoría de la sociedad, que difícilmente se preste a comprar sus discos e ir a sus conciertos en el futuro. Probablemente, arruinar una carrera así haya sido una boludez.