La exgobernadora de la provincia de Buenos Aires y el jefe de Gobierno porteño dieron una fuerte señal de cara a las internas de Juntos por el Cambio, pero también del macrismo. María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta cerraron filas y aseguraron que se tratan de la misma cosa. “Vidal y yo somos lo mismo. No somos socios, porque los socios se separan. Nosotros somos lo mismo”, aseguró el intendente de la Ciudad Autónoma. Aunque los políticos viven mintiendo (y mucho más en campaña), Larreta dice la verdad. Claro que, el hecho que sean “lo mismo”, no necesariamente significa que sea algo bueno, o lo que necesita la Argentina para dejar atrás la pesadilla populista del kirchnerismo.
Tanto Vidal como Larreta, están convencidos que “la grieta” se supera con diálogo, apertura y moderación. La actitud de los referentes del “macrismo light” recuerda el programa del pastor Héctor Aníbal Giménez “Ondas de amor y paz”. Y lo cierto es que así no se supera a un populismo autoritario, que no deja pasar oportunidad para aplastar al contrincante, al que considera sistemáticamente un enemigo. Esa perspectiva hizo que Vidal pierda la provincia de Buenos Aires con un personaje insólito como Axel Kicillof. Larreta tiene más suerte. Administra una ciudad “gorila” que, usualmente, no quiere saber nada con el peronismo de izquierda. Este capital político lo excede por completo y ni siquiera evalúa su gestión. El porteño, mayoritariamente, suele votar antikirchnerismo.
Sea lo que sea. Es más, las gestiones de ambos dirigentes mostraron demasiados denominadores comunes con el oficialismo a nivel nacional. Impuestos, más impuestos, estatismo, dirigismo y control gubernamental. Claro que con otro estilo. El economista liberal José Luis Espert denominó esta actitud de gobierno como “kirchnerismo de buenos modales”. Al fin de cuentas, tiene razón.
A la hora de dar un diagnóstico sobre los problemas de la gestión actual, Larreta y Vidal, y otros referentes de Juntos por el Cambio también, se limitan a describir obviedades: la corrupción, la prepotencia, los intentos de controlar a la justicia y la impunidad con la que se maneja el kirchnerismo. Ahora, el populismo volverá agazapado si la alternancia no soluciona la problemática de fondo. Es decir, la implementación de una reforma del Estado, una reducción drástica de burocracia e impuestos y una desregulación laboral que permita generar empleo y apuntalar la producción. De más está decir, dejar atrás definitivamente el delirante y atrasado modelo de sustitución de importaciones, que lo único que genera es una casta empresaria prebendaria que vende basura cara a un mercado cautivo. Ni Vidal ni Larreta mencionan estas cuestiones. Todo lo contrario, muestran un progresismo sobreactuado y vergonzante, mientras que les cantan loas a Perón y a Evita, a los que dicen admirar.
Juntos por el Cambio, y sobre todo su pata macrista, necesitan, primero comprender que salió mal en su Gobierno, y luego proponer una opción conceptual superadora. Aunque Mauricio Macri y Patricia Bullrich reconocen que la gestión anterior fracasó en lo económico, lo cierto es que parecieran estar solos dentro del frente opositor. Cambiemos no tiene diagnóstico, no tiene relato y, por lo tanto, de volver al poder, no tendrá mandato. Y la situación económica dentro de dos años puede que sea dramática, sin tiempo para improvisar y con urgencias de un plan de reformas ortodoxo. Ni Vidal ni Larreta parecen querer saber nada con todo esto.