Al menos es más coherente que Mauricio Macri. El expresidente argentino, cada vez que iba a un foro internacional, decía cosas interesantes. El líder de Juntos por el Cambio siempre daba un correcto diagnóstico de la situación y proponía soluciones lógicas a los problemas del país. Claro que, cuando retornaba a la Casa Rosada, nada de eso se plasmaba en sus políticas públicas y las de su espacio. Alberto Fernández, no. Con la misma caradurez que dice sus tonterías en un acto de La Matanza, se presenta en el plano internacional, donde no se le mueve un pelo a la hora de despacharse con sus discursos populistas, atrasados y ridículos.
“En la pandemia ha crecido la pobreza, la falta de trabajo, las necesidades de un mundo que lejos está de ser desarrollado. Hablo de países de renta media, entre los que está la Argentina, países a los que se los trata como desarrollados pero cada vez más se parecen a países pobres. Y allí la comunidad internacional debe tomar medidas que tienen que ver con el potencial desarrollo de estos países”, señaló Fernández en el Foro Económico de San Petersburgo.
Pero el desastre internacional pospandemia al que hace referencia el presidente argentino, se limita a los países que siguen insistiendo con su modelo estatista fracasado. No hace falta ir demasiado lejos para chocarse con la realidad. Brasil, solamente con un poquito más de sentido común que Argentina, al día de hoy recuperó bastante la normalidad en su economía y ya dejó atrás la recesión covidiana.
Aunque la caída en el país de Jair Bolsonaro fue menor que la de sus vecinos (4,1 % versus el doble en varios países de la región), en el último trimestre Brasil ya creció a 1,2 %. El dato quedó incluso por encima de las estimaciones oficiales que preveían un 0,7 %. Los brasileros podrán elegir muy pronto si deciden mantener una administración razonable o vuelven con el amigo del presidente argentino, que pretenderá retornar al poder.
Cabe destacar que los motores que impulsaron la recuperación brasilera fueron el sector agropecuario y la inversión directa. Bolsonaro, en vez de pelearle a Alberto Fernández, parece que debería agradecer sus desaciertos que terminan jugando a favor de Brasil. Las inversiones que nosotros expulsamos se la llevan ellos y los mercados internacionales de la carne que Argentina rompe, los toman Brasil, Uruguay y Paraguay.
Las excusas, siempre presentes
Lejos de asociar el fracaso de Argentina con su modelo dirigista, Fernández aprovechó el foro para culpar a los organismos de crédito internacional de las penurias económicas nacionales. “Es muy difícil desarrollarse con deudas estrafalarias, tasas enormes y plazos que no nos favorecen”, señaló el socio de Cristina Kirchner, en el marco de su negociación con el FMI y el Club de París.
La insistencia con cambiar el capitalismo
Uno de los latiguillos de todas las presentaciones internacionales de Fernández es la de modificar el sistema económico internacional:
“Si vamos a construir otro capitalismo, tiene que ser un capitalismo que no olvide el concepto de solidaridad. Porque si algo nos enseñó la pandemia es que nadie se salva solo”. En sus palabras, Fernández lamentó que “los más débiles tiemblen y caigan ante un virus”.
Una vez más, la realidad se da de frente con el diagnóstico del mandatario peronista. En los países más capitalistas, donde el mercado aportó soluciones a la hora de lidiar con la pandemia, los “más débiles” a los que hace referencia Fernández, ya se vacunaron en una farmacia privada. El monopolio estatal en el manejo de las vacunas en Argentina generó un cuello de botella viciado de la más impúdica corrupción: los vacunatorios vip de los amigos del poder, por un lado, y la población de riesgo esperando la vacuna, por el otro.
Las restricciones siguen siendo intensas y fundiendo al sector privado en Argentina, mientras que los comercios de los países “más capitalistas” en el mundo ya volvieron a la normalidad. Resumiendo, nada de lo que dijo el mandatario argentino tiene el más mínimo sentido ni contacto con la realidad.