De la mano de la capitulación de cualquier muestra de independencia de Alberto Fernández, que ya abiertamente manifestó que Cristina Kirchner “es inocente” y que la justicia lo dejará en evidencia pronto, el Gobierno se va tornando cada vez más color “K” y, por ende, más autoritario. Mediante ilegales resoluciones, el Poder Ejecutivo pretende intimar a las empresas vinculadas al sector alimenticio, en el marco de la arbitraria congelación de precios justificada por la pandemia, a que produzcan “al máximo de sus capacidades”, vulnerando absolutamente la propiedad privada, garantizada en la Constitución. Ahora pretenden avanzar aún peor sobre el mercado de la carne, con una amenaza que, de hacerse realidad, podría ser absolutamente perjudicial en el mediano plazo.
De reducir la inflación de una manera sana ni hablar. Mientras se subestima la problemática fiscal, que también se justifica con la pandemia, el Frente de Todos insiste con los controles y congelamientos de precios. Por las palabras de la secretaria de Comercio Interior parece que están dispuestos a ir hasta las últimas consecuencias con las medidas tan torpes, desesperadas y contraproducentes que vienen implementando.
Indignada con los incrementos visibilizados en las góndolas, Paula Español dijo que, si la situación no cambia, no les “temblará el pulso a la hora de cerrar las exportaciones de carne”. La funcionaria, que tiene un prontuario importante en materia de estupideces económicas, manifestó que, si continúan los “comportamientos especulativos”, prohibirán la exportación, obligando a los productores a liquidar todo en el mercado local, con el fin de conseguir mejores precios para el consumidor argentino. “Esto tiene que tener un parate”, reclamó la funcionaria.
Sus palabras están en sintonía con las últimas declaraciones de Fernández, que indicó en una entrevista radial que los aumentos son “incomprensibles”. También dijo que los productores “no tienen justificación” a la hora de trasladar los precios locales a los aumentos de precios que ocurren en el mercado internacional.
Este delirio, que, de llevarse a cabo, tendrá un grave impacto en materia de inversión (y por ende en la producción y los precios del futuro), ya se intentó en los años del primer kirchnerismo. Es que los funcionarios que responden al oficialismo, o son muy ignorantes, o son demasiado irresponsables. No hay otra opción. Claro que pueden cerrar la exportación y conseguir precios más bajos para el stock vigente. Pero cuando se atenta contra la inversión, en el mediano plazo el stock deja de ser flujo y, luego del “asado nacional y popular”, se acabó lo que se daba y ya no hay carne para nadie.
La última guerra con el campo, que se vendió como una épica odisea para “cuidar la mesa de los argentinos”, lo único que hizo fue mejorar las exportaciones brasileñas, uruguayas y paraguayas. Al menos, los dislates del kirchnerismo, le sirven a los países vecinos. Ellos toman los mercados que abandonamos, agradecidos, y de a poco mejoran la calidad de su carne. Espero que al menos en el futuro, cuando tengamos que importar bifes de sus países, nos hagan precio amigo por devolución de gentilezas.