“La demanda de la vacuna rusa en el exterior es realmente alta. Es tan alta que supera considerablemente las capacidades productivas”, reconoció hoy Dimitri Peskov, el vocero del Kremlin, en su presentación matinal ante los medios. Sin otra posibilidad y a regañadientes, Rusia tuvo que firmar 15 contratos con distintas empresas farmacéuticas de diversos países, para poder alcanzar el número de 1400 millones de dosis demandadas de la Sputnik V, que por ahora se ven imposibilitados de producir por sus medios.
Complicados en la distribución interna de las dosis, Alberto Fernández y Andrés Manuel López Obrador pretenden revertir en las Naciones Unidas una posición de Estados Unidos, cuando Donald Trump se abstuvo de firmar una resolución de la Asamblea General que exija “garantizar que todos los necesitados, particularmente en el mundo en desarrollo, tengan acceso libre, justo y rápido a las vacunas y otros medicamentos para combatir el COVID-19″.
Es decir, el presidente argentino buscará que en la próxima reunión del G20 en Roma se emita una recomendación oficial que inste a los países a buscar un “equilibrio” en la compra y venta de las vacunas disponibles hasta el momento contra el coronavirus.
Luego de un intercambio con su homólogo francés, Emmanuel Macron, Fernández manifestó que se cruzaron opiniones sobre la situación de la pandemia en el mundo, así como también la necesidad de “aumentar la producción de vacunas, como un bien universal sin propiedad intelectual, para garantizar su acceso equitativo a los países en desarrollo”.
No obstante, más allá de lo delicado de la cuestión, y de lo lógico que suena atender las necesidades de los habitantes de los países periféricos, vale recordar los entretelones de la “dependencia rusa”, como de la ausencia de las otras variantes en países como Argentina.
¿Qué pasó con la Pfizer?
Antes del acuerdo con el Kremlin, los voceros de Fernández habían vendido la idea de que era inminente el final de la negociación por la vacuna Pfizer, que iba a estar disponible en el país. Sin embargo, el acuerdo se fue dilatando y un día quedó en la nada. Las autoridades locales dijeron que no podían dar detalles, ya que era un contrato privado y confidencial. Simplemente se limitaron a manifestar que la empresa ponía condiciones no razonables para Argentina.
Los periodistas Luis Gasulla y Federico Teijeiro publicaron una investigación en la que afirmaron que el acuerdo se cayó, entre otras cosas, por una frívola razón: el flete. ”Varias fuentes de Aerolíneas Argentinas aseguraron que, parte de la falta de acuerdo con Pfizer, provino de la presión que ejerció el gobierno Nacional para que la aerolínea de bandera, en conjunto con la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas —en línea con el kirchnerismo— fuese la encargada de traer al país y distribuir a las provincias las vacunas”, señalaron los reporteros. Como la empresa trabaja con operadores privados históricos como DHL, es posible que esto haya trabado y cortado las negociaciones. Indignante sería poco decir.
Si repasamos el comportamiento extorsivo de la aerolínea estatal y de sus gremios, nada de esto tendría que llamar la atención. Hostilidad a la poca competencia, prebendas gubernamentales, subsidios y salvatajes excesivos, todo fue permitido por el kirchnerismo desde el momento de la estatización de la empresa. Pero, aunque este comportamiento corporativo tenga que ver con la problemática de la falta de vacunas, Fernández protesta por el mundo con sus socios y amigos por las supuestas injusticias del mundo capitalista.