Hasta en los años más oscuros del último gobierno militar existían voces que se animaban a publicar información sobre los detenidos desaparecidos. En la Argentina actual, teóricamente democrática, la voz monocorde de todos los canales, radios y portales espanta. La dictadura del pensamiento único y el temor a emitir opiniones políticamente incorrectas parece meter más miedo que aquellos tiempos de los tanques militares en las calles.
Claro que existe la publicidad oficial y las prebendas que el Gobierno ofrece y que muchos periodistas y medios aceptan gustosos. Pero la cuestión es tan seria que excede la tradicional corruptela comunicacional del país. Acá hay serios problemas ideológicos y cobardía empresarial por doquier. Parece que ningún medio se ha dado cuenta aún que un canal o una radio contestataria sería un boom comercial, así como lo fue en su momento la disruptiva Radio 10 de Daniel Hadad.
Hacer zapping por la televisión nacional es recorrer la maratón del terror. Ni Freddy Krueger, Jason Voorhees, Drácula y el Hombre Lobo repartidos en los distintos canales podrían hacerlo mejor. La única competencia entre los periodistas parece ser la de quién infunde más miedo con respecto al coronavirus. Lejos de alentar y difundir las precauciones necesarias, lo único que se promueve es el pánico y la caza de brujas. Hay que salir un poco del país para comprender la locura a la que está expuesta el pueblo argentino. Hasta las individualidades más fuertes sufren los trastornos del bombardeo comunicacional del terror.
Ahora, el enemigo a lapidar es el grupo de “los jóvenes”. Esos irresponsables concurren a reuniones prohibidas y luego contagian (y matan) a sus abuelos. Antes fueron “los runners” quienes tenían la osadía de salir a correr en medio del toque de queda o aquellos que se animaban a salir a cenar clandestinamente. Siempre hay un chivo expiatorio en el esquema goebbeliano, cada vez más similar a la comunicación de las peores dictaduras de la historia.
¿Qué esperaban los voceros del pensamiento único? ¿Que podían mantener a los adolescentes un año encerrados, para luego decirles que deberían guardarse otro más? A la hora de explicar algunas imprudencias por estos días, si existe alguna responsabilidad, ésta es de los políticos y periodistas que promovieron, avalaron y defendieron el encierro total desde el día uno. De haber ido hacia un modelo de precauciones y responsabilidad, manteniendo lo mínimo e indispensable de vínculos sociales y civilización, otros serían los ánimos.
Pero no. Se decidió por la cárcel y el escarnio público a los que cruzaban de provincia a capital para pasar una noche con la pareja. Alguien se tiene que hacer cargo de la locura que generaron, de los quebrantos económicos y de las decenas de miles de personas con problemas psicológicos que dejó la estrategia fallida del Gobierno, bendecida por todos los medios.
En Argentina se celebra el día del periodista el 7 de junio. La fecha conmemora la salida de “La gazeta de Buenos Ayres”, fundada por Mariano Moreno, ideólogo de la Revolución de Mayo. Desearles un “feliz día” a varios de los Lewis Protheros autóctonos es más que un desatino. Para honrar a Moreno hoy ni siquiera hace falta una revolución. Solamente es necesario decir algo distinto y atenerse a las consecuencias, que podrían no ser tan malas después de todo.