Cuando explotó la pandemia del coronavirus y el Gobierno de Alberto Fernández resolvió encerrar a toda la población, el oficialismo contó con un particular vocero que recorría todos los canales de televisión. Claudio Belocopitt, presidente de Swiss Medical Group, y referente del grupo que nuclea a las clínicas del sector privado en Argentina, gritaba y lloraba en los programas rogando a la gente que se quedara en su casa. Completamente enajenado, el empresario daba a entender que si uno salía de su domicilio era candidato a una muerte segura, o bien un irresponsable homicida en potencia, capaz de contagiar a miles de inocentes.
Con la terminología bélica que impuso el oficialismo, Belocopitt aseguraba allá por marzo de 2020 que el sistema de salud estaba al borde del colapso, en una “guerra” en la que todos debían comprometerse. Cuando la primera etapa de la cuarentena cayó debido al hartazgo de la gente, el presidente de la Swiss cambió el tono y dijo que era esperable que eso sucediera. Cabe destacar que, a pesar de los fallecidos y contagiados lógicos de la pandemia, el sistema jamás colapsó ni se vieron las fotos de los muertos por la calle y las fosas comunes con que los voceros del terror amenazaban.
Claro que ni Belocopitt ni su empresa tenían los problemas que enfrentaban, por ejemplo, ya en ese entonces, los dueños de muchos otros establecimientos rotulados como “no esenciales”. Pero tarde o temprano siempre el Estado interventor termina complicando incluso a los empresarios amigos que pudieron haberse visto favorecidos en alguna coyuntura eventual.
Ahora, en medio de los debates por el “descongelamiento” de los precios, el presidente Alberto Fernández dejó sin efecto una orden administrativa del ministerio de Salud que permitía incrementos en las cuotas de las obras sociales. El sector dice que son absolutamente necesarios para seguir funcionando, ya que de lo contrario se dirigen hacia una quiebra segura. Ante esta situación, ahora Belocopitt llora de nuevo, pero por otra cosa: “Esperábamos una placa recordatoria y no una patada en el culo” (sic), se quejó amargamente en una entrevista radial. ¿Qué esperaba? ¿Un tratamiento especial de un Gobierno estatista y dirigista que fundió a más de medio país mientras él defendía sus decretos por televisión?
En sus declaraciones de esta mañana, el referente del gremio de la salud privada argentina, manifestó que en el peronismo existe la “fantasía que no tiene lógica” de “crear un sistema único”. Pero lo curioso es que no criticó la cuestión desde el derecho de propiedad o desde la libertad para abrir una clínica privada en Argentina que la Constitución garantiza. Solamente esgrimió un patético argumento sobre que “no sería conveniente” en este momento. “Hay momentos y momentos para la discusión”. No, Belocopitt. No hay “momentos y momentos” para discutir un sistema monopólico estatal.
“El Gobierno tiene derecho a hacer un sistema único si lo desea, es un gobierno democrático y puede plantear el sistema de salud que quiera. Si en ese sistema de salud los privados no tenemos lugar, nos iremos y manejará otro”, afirmó. Ese es el discurso de una buena parte del empresariado argentino, que a uno lo hace dudar sobre si son cómplices, cobardes o indignos. Para Belocopitt, el hecho de haber ganado una elección parece haberle otorgado al Gobierno la potestad de violar la Constitución, la propiedad privada y el libre comercio. Sus declaraciones merecen todo el repudio posible.
Evidentemente, si el Gobierno decide hacer uso del “derecho” que él le reconoce y someter al país a una tragedia socialista como la de Venezuela, una persona con los recursos del titular de Swiss Medical no tendría demasiadas dificultades para radicarse en otro país con su familia. El problema lo tendremos los argentinos de a pie, quienes deberíamos quedarnos en un país pobre, miserable, violento y totalitario. Él podría seguir haciendo gala de su progresismo en algún país más civilizado, donde incluso podría presidir otra clínica privada.
Para llegar al escenario de reformas políticas y económicas que Argentina necesita, es necesario primero ganar la batalla cultural. Y en ese ámbito, empresarios como Belocopitt son “un pelotazo en contra”.