En Argentina todos se autoperciben como los defensores del federalismo y critican a los otros de ser los enemigos de tal sistema. Sin embargo, la discusión que se da en torno a los recursos de las provincias y ciudades no es otra cosa que el debate sobre el botín.
La quita de fondos de la coparticipación de Alberto Fernández a Horacio Rodríguez Larreta, que terminó abruptamente con la buena relación entre ellos, dejó en evidencia varios de los problemas argentinos: la insustentabilidad del Estado, la necesidad del manoteo a distintas cajas y la clásica solución de subir los impuestos para recuperar algo del déficit. El presidente dijo que Mauricio Macri le dio a su amigo más recursos de los que “merecía” la Ciudad. Y Larreta, al ver que se los quitaron, se puso a subir impuestos y crear nuevos, como por ejemplo el del uso de la tarjeta de crédito.
En este conflicto, Larreta acusa a Fernández de ir en contra del federalismo por quitarle arbitrariamente sus recursos. Pero el presidente dice lo mismo del jefe de Gobierno, ya que considera que Buenos Aires es opulenta y que el espíritu federal requiere una repartija más equitativa con las provincias más necesitadas y postergadas.
¿Qué nos dice la historia?
El debate del federalismo no tiene absolutamente nada que ver con la forma en que se reparte el dinero que llega al Estado nacional, ya sea por recaudación propia o indirecta. La Argentina potencia, que en 1895 tuvo el PBI per cápita más alto del mundo, tenía un sistema diferente, además de un Estado más pequeño que fomentaba el comercio en lugar de combatirlo. La nación cobraba pocos impuestos que utilizaba en el marco de los gastos necesarios del Estado. Todo lo demás era percibido y gastado por las provincias y municipios.
Con el correr de los años, militares y peronistas (aunque también radicales) fueron alterando la pirámide fiscal, que en la actualidad quedó absolutamente invertida. La nación es la que más recauda y reparte en nombre de la justicia distributiva mientras que gobernadores e intendentes tienen que salir a pedir limosna a cambio de lealtad política, además de cobrar más impuestos y tasas por las suyas, claro.
El resultado del sistema nefasto actual, que de federal no tiene nada, arroja provincias improductivas que viven del Estado, distritos productivos saqueados y un Poder Ejecutivo que dispone de los recursos ajenos, muchas veces con criterio político. Los porcentajes no están dictaminados, pero la coparticipación efectivamente tiene rango constitucional por lo que no se puede borrar de un plumazo. Y como la experiencia indica, abrir la posibilidad a una reforma es jugar con la caja de Pandora.
La necesidad de defensores del federalismo
No hay ningún partido político con representación parlamentaria que esté planteando la problemática de haber abandonado el sistema federal. Y es muy necesario que la política argentina cuente con algún defensor del federalismo, no con dirigentes que se pelean por el botín. El debate de fondo tiene que ver con autonomías e independencias económicas locales y con un Estado nacional que debe dejar de manejar los recursos fiscales de todo el país. Argentina necesita ser repensada de cero. El modelo actual ya no se puede emparchar.
Una propuesta realmente federal podría reducir el impacto de las políticas redistributivas y limitar el ámbito de influencia del Estado nacional. Brindaría a provincias y municipios independientes la potestad de bajar impuestos y atraer la inversión necesaria en pos de solucionar el problema de la desocupación y la improductividad. Mientras los impuestos sean los mismos en todo el país, por dictamen del Poder Ejecutivo, los distritos más pobres seguirán dependiendo de la política y no contarán con herramientas para revertir la situación.
Como ocurre con la mayoría de los temas importantes, ambos lados de la grieta muestran serios problemas conceptuales y fallan a la hora de ofrecer las soluciones que el país necesita para salir adelante. Ya vimos que para el kirchnerismo los recursos públicos son nada más que un botín que se usa discrecionalmente. Pero cuando el que estuvo al mando fue Macri, su Gobierno no hizo absolutamente nada para cambiar el sistema. Cambiemos se limitió a repartir de forma “justa”, haciendo gala de una supuesta actitud federal distinta. No cambiaron nada y hoy vemos los resultados de tal decisión.