El 20 de noviembre de 1845 tuvo lugar la batalla de la Vuelta de Obligado. Pero los feriados en Argentina se dividen en dos: los importantes (inamovibles) y los “clase b”, que pueden pasar a un lunes para fomentar los “fines de semana largos” y el turismo. El Día de la Soberanía Nacional pertenece a este último grupo. Aunque lo cierto es que no se tendría que celebrar ni conmemorar absolutamente nada.
La propuesta original para rescatar la supuesta “fecha patria” data del Gobierno de María Estela Martínez de Perón en 1974. Y fue otra gestión peronista la que lo promovió a feriado nacional. En 2010, Cristina Kirchner, mediante un Decreto de Necesidad y Urgencia (¿qué necesidad y qué urgencia?), emitido en el marco de las celebraciones del bicentenario de la Revolución de Mayo, convirtió al 20 de noviembre en otro “San Perón”. Es decir, otro día en que no se trabaja.
El “revisionismo histórico” logró posicionar la jornada en el imaginario público como la heroica defensa de la soberanía nacional por parte de Juan Manuel de Rosas. Tanto los comunicadores más ideologizados como otros pobres incautos o inexperimentados que repiten todos los años las consignas oficiales escriben llegada esta fecha que las fuerzas nacionales repelieron invasiones provenientes de Francia y el Reino Unido para vulnerar nuestra independencia. Nadie sabe bien qué vinieron a hacer esos barcos ni de qué se trató el conflicto. Sin embargo, el cuentito nacionalista de los buenos y malos sigue vigente, por lo que se impone iluminar el asunto.
“Este feriado es un despropósito”
Carlos Moratorio, director de la Fundación Club de la Libertad de la provincia de Corrientes, y un conocedor de historia argentina, asegura que hoy el país no tiene nada que celebrar. En diálogo con PanAm Post, el referente liberal recuerda que en la contienda “de ambos lados había tropas locales” de la Confederación Argentina. “Del lado de Rosas estaban las tropas que defendían al tirano que tenía subyugada a la provincia de Buenos Aires. Del otro, con los navíos de Francia e Inglaterra, había soldados locales que estaban en contra de Rosas y que lo único que querían era comerciar libremente en el ámbito mesopotámico”, indicó.
“Rosas establecía un gobierno autocrático, bloqueaba el interior de lo que eran las Provincias Unidas del Río de la Plata e impedía la libre navegación de los ríos. Algo tan importante y necesario que luego fue un derecho garantizado en la Constitución Nacional de 1853”, destacó.
Moratorio también aclaró que no es correcto hablar de “soberanía” con relación a esta contienda, ya que la conformación de la “nación” argentina es posterior a aquellos sucesos. En ese entonces, solo existían provincias que únicamente delegaban en Buenos Aires la representación en el exterior y ni siquiera todas estaban de acuerdo con esto. El autoritarismo y los desmanejos de Rosas habían generado un gran malestar en el interior, lo que luego se tradujo en la caída del régimen en la batalla de Caseros. “Es todo parte de un relato del revisionismo”, aseguró.
“Los barcos que llegaron a la zona del Río de la Plata y pretendían surcar el Río Paraná lo hacían con objeto de garantizar el libre comercio. Rosas, con su accionar, estaba ahogando a Santa Fe, a Corrientes y a una parte de Entre Ríos. Las provincias eran autónomas y tenían derecho a comerciar libremente”.
Con la caída de Rosas y la posterior promulgación de la Constitución de Juan Bautista Alberdi, aquel desierto fratricida que era el territorio argentino, se convirtió en menos de tres décadas en el país más rico del mundo. Reivindicar lo peor de nuestra historia explica de forma muy clara nuestra decadencia actual.