“Los años de Néstor Kirchner representaron un alivio para millones de argentinos angustiados por el maltrato que le produjeron ideas económicas injustas e inaplicables. Más aún: en diciembre del 2007, cuando entregó el Gobierno, la mayoría de las personas estaban mejor que en mayo de 2003, cuando lo recibió. Para un presidente argentino, es un montón”.
Las palabras pertenecen a Ernesto Tenembaum, publicadas esta mañana en Infobae. Cabe destacar que el medio no es oficialista y que el periodista tampoco es un militante K. En definitiva, pareciera que nadie puede escapar al mito de Néstor, el presidente mediocre e irresponsable que pasó a la historia como un héroe nacional.
A diez años de su muerte se lo sigue recordando como lo que “no fue” gracias a una tara argentina: la incapacidad de distinguir la foto de la película, esa imposibilidad absoluta de comprender los procesos económicos y contextualizarlos correctamente.
Cómo llegó Kirchner a la Casa Rosada
Para entender cómo el gobernador de Santa Cruz llegó al Gobierno nacional hay que remitirse al enfrentamiento de Eduardo Duhalde con Carlos Menem. El presidente de la transición había quedado con “la sangre en el ojo” luego de la reelección del riojano, lograda gracias a la modificación de la Constitución en 1994. Con las rencillas del pasado a flor de piel, el dirigente bonaerense, desesperado, buscó en el peronismo al candidato que le pudiera arrebatar el tercer mandato al dos veces presidente en los noventa.
Primero le propuso la candidatura a Carlos Reutemann, pero el expiloto no quiso traicionar a Menem. Luego, intentó con el cordobés José Manuel de la Sota pero las encuestas no caminaban. Así apareció Kirchner en el panorama. Su única virtud era la de ser un desconocido a nivel nacional, que ante los importantes índices de rechazo con los que contaba Menem, podía capitalizar su falta de prontuario.
El que sí lo conocía bien era Ricardo López Murphy, que compitió con el santacruceño en las elecciones de 2003. Aunque el economista liberal buscó discutir en la campaña el modelo autoritario del kirchnerismo en el Sur y poner sobre la mesa cuestiones como la desaparición de los fondos de las regalías petroleras de las privatizaciones, Kirchner se hizo de la presidencia. No ganó en las urnas, pero igual le alcanzó. Menem renunció a participar de la segunda vuelta y así comenzó una de las etapas más oscuras de la historia argentina.
La descontextualización “adolescente”
Aunque Tenembaum, el periodismo y gran parte de la opinión pública piensen que el “alivio” económico se debió a la gestión K, lo cierto es que más que mérito hubo un contexto claramente favorecedor. Duhalde ya había hecho el trabajo sucio de la devaluación, rompiendo la rígida regla monetaria de la convertibilidad, licuando los problemáticos pasivos y comenzando un nuevo ciclo.
Si otro regalo del cielo podía recibir Kirchner, estos fueron los precios internacionales de los commodities que se fueron a las nubes. El predecesor de Cristina Fernández asumió entonces con todos los astros alineados. Gastos en pesos devaluados, ingresos excepcionales de divisas extranjeras, recuperación del Banco Central como herramienta monetaria y “viento de cola” económico y político con sus amigos del Socialismo del siglo XXI. Durante el proceso 2003-2007 se podría haber hecho cualquier cosa. No había manera de chocar la calesita.
Pero parece que los argentinos todavía no podemos distinguir la foto de la película, diferenciar el momento del proceso. Este fenómeno, que favorece a Néstor, suele complicar a otros mandatarios. Cuando asumió Mauricio Macri, y levantó el control de cambios, muchos hablaron de la “devaluación” de Cambiemos sin comprender que se trataba de un sinceramiento de lo que ya venía pasando. Detrás de todo esto hay pensamiento mágico, ingenuidad, ignorancia en materia económica y falta de capacidad analítica básica. Puede que no se le pueda pedir esto último al vecino de al lado pero ni los comunicadores en los medios masivos parecen tener la más mínima idea de lo que pasa en la política y la economía nacional.
Lo que Néstor no hizo
Pero si lo que hizo Kirchner fue un desastre, mejor ni hablar de lo que no hizo. La circunstancia absolutamente excepcional en la que llegó al poder le dio la oportunidad de gobernar con un inusual superávit para la Argentina. Claro que no hablamos de un presidente austero ni mucho menos. Como mencionamos anteriormente, entró a la Casa Rosada sacándose la lotería. Probablemente sus cuatro años constituyeron una oportunidad inmejorable para corregir los desajustes estructurales y conducir al país hacia el desarrollo. Estaban todas las condiciones para hacerlo. Sin embargo, eligió la amistad con Hugo Chávez, intercalar mandatos con su esposa, sacarse de encima al peronismo más racional y embarcar al país en un proceso populista.
Lamentablemente, nada de esto se entiende. Reivindicar a Néstor Kirchner es como vender la casa en diciembre, irse de vacaciones en enero, dándose todos los gustos como un millonario, para luego volver quebrados y estar en la miseria en febrero. ¿A alguien se le ocurriría decir que “enero” fue muy divertido, dejando fuera de la ecuación a diciembre y a febrero, como si no tuvieran nada que ver? Sí, a más de la mitad de los argentinos.