La posición argentina sobre el drama venezolano tiene sentido solamente en la cabeza de Alberto Fernández. En coincidencia con la clásica e idealista política internacional de “la tercera posición” del peronismo y el radicalismo, el Gobierno mantiene una postura ambigua que resulta un pésimo negocio para el Poder Ejecutivo.
El ala chavista de la coalición gobernante no confía en Alberto. El voto de la semana pasada en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), condenando las violaciones a los Derechos Humanos en Venezuela pudo haber sido un punto sin retorno entre el presidente argentino y el kirchnerismo más radical. Pero, como todo indicaba, Fernández desaprovechó la oportunidad para consolidarse en otra dirección y hoy Argentina volvió a trastabillar en un foro internacional. En la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), la representación peronista se abstuvo y decidió no expedirse sobre las elecciones fraudulentas que planifica Nicolás Maduro.
Lo cierto es que el voto era testimonial. El número para la aprobación no estaba en juego y el poroto argentino no era fundamental para ningún resultado. 21 países se manifestaron por la afirmativa, 4 por la negativa y 8 por la insulsa e incomprensible abstención. Barbados, Belice, Granada, Guyana, México, San Cristóbal y Nieves, Surinam y Trinidad y Tobago acompañan a la Argentina en el selecto grupo de la indefinición absurda.
Resumiendo, oficialmente el Gobierno argentino reconoce que el chavismo viola los Derechos Humanos y manifiesta su preocupación. Pero no se expide en favor de elecciones verdaderamente libres y prefiere no manifestarse ante la convocatoria fraudulenta de un régimen que controla los órganos electorales. Más allá de la incoherencia en materia de alineación internacional, Fernández, obstinado en seguir en esta dirección, hace un pésimo negocio personal. En la grieta nacional del kirchnerismo y antikirchnerismo de la población, el presidente no tiene admiradores. Para unos es demasiado antichavista y para los otros, abiertamente cómplice de Maduro.
Esta mañana, Alberto Fernández mandó a sus voceros informales para que justifiquen su posición en los medios masivos de Argentina. Quiso dejar en claro que está “a favor de la transparencia electoral” en Venezuela pero que se niega a “avalar” las adjetivaciones de la OEA. Para el presidente, el texto tendría un espíritu “muy Grupo Lima” y dejó trascender que busca alejarse de “esa lógica”.
Sabor a poco tienen estos trascendidos para los que buscaban una definición más clara en una u otra dirección. A todo esto, Uruguay aprovechó una vez más para separarse de Argentina y dejó en claro que estas votaciones son claves: “O se está a favor de los Derechos Humanos o se respalda a la tiranía”.