Hay cosas que son mucho para Argentina incluso. Mucho para el peronismo, pero también hasta mucho para el kirchnerismo. El bochorno que se vivió ayer en la Cámara de Diputados fue de antología y tuvo al país hablando del tema toda la noche. Casi por arte de magia como que terminó la pandemia, la cuarentena, la inflación, la inseguridad y el cepo al dólar. Parecíamos Suiza. Estaba todo bien y no nos preocupábamos de nada. Solo hablábamos del “diputado que le chupó las tetas a la mujer en cámara”. Perdón por la terminología, pero reemplazar algún término no le haría justicia al comentario repetido en todos los rincones del país.
Escaparle al tema anoche era imposible. Si uno apagaba televisor, radio, internet y dejaba el celular para salir a dar una vuelta o hacer unas compras, el tema lo perseguía como una peste. “Y el boludo había dejado la cámara prendida”, escuché que un policía le decía a otro emocionado detrás del barbijo en una esquina de Recoleta. “Cuando supe que era de los nuestros, me quise morir”, dijo una joven kirchnerista en una plaza, hablando con sus amigas sobre lo único que se pudo hablar ayer.
El escándalo en cuestión nos recordó otro hecho bochornoso, también peronista, lógicamente. Allá por 1992, cuando se discutían las privatizaciones que el menemismo impulsaba, al PJ le faltaba un voto de un legislador ausente. En medio del debate parlamentario, los periodistas acreditados vieron una cara nueva en una de las bancas oficialistas. Cuando empezaron a preguntar, llegaron a la conclusión de que un asesor legislativo había sido empilchado como diputado para que votara a favor de un proyecto. Al darse cuenta de que había sido descubierto, el “diputrucho” abandonó el recinto, pero no pudo evitar enfrentarse con la prensa.
«No soy diputado, soy pariente de un diputado. Lo que pasa es que me sentí mal, entonces me sentaron en una banca del recinto para que me recupere», argumentó.
Las justificaciones antológicas del peronismo son maravillosas. Ayer Juan Ameri le echó la culpa a la mala conexión de internet (“que viene y se va todo el tiempo”) y dijo que lo único que había hecho fue ver cómo le habían quedado las prótesis mamarias a su pareja, a la que solamente le había dado “un beso”.
¿Qué pasó?
Durante la sesión de ayer, con diputados en el recinto y otros conectados desde su domicilio, un diputado kirchnerista de la provincia de Salta apareció en el cuadro con su pareja sentada encima. Comenzaron con unos mimos, pero la cosa se puso más hot y el legislador terminó con su boca en los pezones de la chica, que parece, además, es su asesora. O sea, no solo pagamos el sueldo de Ameri, también el de su novia y, lógicamente, la cirugía en cuestión.
El error le salió caro, ya que por presión del bloque del Frente de Todos, el legislador ya renunció a su banca, antes que la comisión multipartidaria convocada por Sergio Massa se expida.
«Consciente de la responsabilidad que mi cargo representa, pongo a disposición mi renuncia como diputado nacional y seguiré trabajando por mi querida provincia de Salta y para que Argentina se ponga de pie». Así se despidió del honorable Congreso de la Nación Juan Ameri pasadas las doce de la noche.