El fin de semana el presidente argentino tuvo otro fallo en lo que va de la pandemia y la cuarentena desastrosa que su Gobierno impuso desde el 20 de marzo. En una entrevista por la pantalla oficialista de C5N, donde Alberto Fernández se sintió muy cómodo con las preguntas que eran más centros para cabecear que otra cosa, el jefe de Estado nos recordó a Nicolás Maduro.
Aquel día que el improvisado dictador venezolano aseguró que el pajarito que le dio vueltas sobre su cabeza en una iglesia era la reencarnación de Hugo Chávez confirmó una cosa: que ya estaba absolutamente perdido.
Más allá de las creencias personales del sujeto en cuestión (y sus aptitudes intelectuales) seguramente Maduro no hubiera hecho esas declaraciones ni en sus días de diputado ni de canciller. Tampoco hubiera dicho semejante cosa la primera semana de su fraudulento mandato presidencial. Cuando un dirigente político se siente cómodo para decir semejante tontería, es evidente que muestra que ya se siente más allá del bien y del mal. Hay actitudes que confirman la desconexión de la realidad, la impunidad total y una desinhibición preocupante.
En medio del colapso económico argentino y la quiebra total del sector privado, Alberto confesó una intimidad que debería dejarnos tranquilos a los argentinos: él es el hombre indicado para «construir de las cenizas».
El presidente, en medio de un delirio místico preocupante, dijo que los problemas que enfrenta el país tienen que ver con «el destino». Pero, como para tranquilizarnos un poco, comentó que le hicieron una carta astral y, con cara de sufrido y falsa resignación y humildad, aseguró que su destino es «construir desde las cenizas».
Ante la sorpresa del periodista oficialista, que no pudo más que acotar «¿Cómo el Ave Fénix?», Fernández reconoció: «parece que es cierto».
Pero la entrevista de C5N no terminó ahí y dejó una perlita más del presidente argentino. Los “periodistas”, en un ambiente de cordialidad absoluta (bordeando la obsecuencia), le preguntaron los planes para el domingo. Fernández buscó evitar la respuesta, pero luego reconoció que almorzaría con gente que quiere y afectos personales. ¿Tan mareado está el presidente argentino que olvidó que semejante reunión estaría todavía supuestamente prohibida según sus mismas normas de dudosa constitucionalidad?
La situación nacional es más que complicada y Fernández ya no solo no tiene respuestas desde las políticas públicas, sino que parece estar en una sintonía diferente a lo que la realidad requiere. Todo muy preocupante.