“Vamos a una economía populista. No se trata de comunismo porque no se basa en el control público de los medios de producción. Es meter la mano donde se puede. A eso lo llamo populismo caribeño. Están imitando algo que ya se hizo, ninguna medida es nueva. Es lo que se ha hecho en Cuba, Nicaragua o Venezuela”. Las palabras del panorama desolador son del economista argentino Carlos Rodríguez, uno de los primeros en advertir que en el marco de la pandemia y la cuarentena, la gestión de Alberto Fernández había implementado un “corralito” de facto.
Desde este lunes Argentina comenzó a flexibilizar la cuarentena muy levemente y si no hay un rebrote de casos de coronavirus (COVID-19) nos iremos acercando a la fecha de la realidad: el momento en que caduque la prohibición de los despidos, los precios congelados, los acuerdos de emergencia, las restricciones bancarias y todas las distorsiones de la economía actual. Ante un mercado laboral tan rígido, muchas pequeñas y medianas empresas consideran bajar la persiana y dejar de operar. Pero para que se den una idea de la situación, hasta los negocios más “seguros”, si se permite el término, comienzan a considerar que Argentina ha dejado de ser una oportunidad. Todo lo contrario.
En las últimas horas, Starbucks y Burger King confirmaron que varias de sus sucursales pasarán a la historia. Es que el café y la hamburguesa que en muchas partes del mundo pueden ser un gusto para disfrutar de vez en cuando para las grandes mayorías, en Argentina se ha tornado un placer prohibitivo con motivo de la creciente inflación.
La cafetería dijo que en los próximos días ocho locales de la Ciudad de Buenos Aires dejarán de operar. El de la estación Martínez de provincia (uno de los distritos bonaerenses más “pudientes”), lo mismo que otras sucursales de Mendoza y Córdoba. Cabe destacar que estas no son de las provincias más pobres, por lo que solamente queda imaginar el panorama en los sitios más complicados.
Alesa, grupo mexicano licenciatario de Starbucks y Burger King, también confirmó el cierre de varias hamburgueserías. Hasta el momento son cinco los locales que cerrarán sus puertas con la finalidad de “conservar la sustentabilidad del negocio en el país”. Por ahora los trabajadores serían transferidos a otras sucursales para evitar los despidos, pero lógicamente esto significará menor cantidad de turnos para el total de la plantilla.
Aunque las postales argentinas tengan menos locales disponibles, y menos actividad económica, parece que habrá una novedad como para compensar el panorama: el billete de cinco mil pesos. Pese a que la prensa local presentó estas noticias por separado, sin duda son las dos caras de una misma moneda… el desastre económico nacional.
Más allá de la necesidad de un billete de mayor denominación que facilite las transacciones, hay otra razón de peso detrás de la impresión en cuestión. La Casa de la Moneda y el Banco Central ya confirmaron que se están quedando sin papel. El ritmo de impresión hace que los de 500 y 1 000 pesos ya no sean suficientes.
Para el momento de publicada esta nota, cinco mil pesos equivalen a 40 dólares del mercado negro. Seguramente, cuando el billete esté disponible en la calle, el valor del mismo sea bastante menor.