Nadie sabe mucho de todas las cosas. Algunos son ignorantes en muchísimos ámbitos y otros son muy cultos en varios aspectos. Pero es imposible manejar con solvencia todos los temas y disciplinas de la vida. Aceptar que uno ignora por completo alguna cuestión particular, lejos de significar una debilidad refleja todo lo contrario. Se trata de una muestra de humilde sabiduría. Conocer los límites que tenemos y obrar en este sentido con responsabilidad nos hace mejores seres humanos. Aceptar nuestras limitaciones nos evita vivir en una especie de delirio falso y mentiroso y nos convierte en mejores para la sociedad.
Pero si hablamos de cultura e ignorancia, uno de los peores casos que podemos encontrar es el del eclipse de los dos mundos: cuando una persona piensa que sus puntos altos en materia de conocimiento lo habilitan para opinar de lo que no sabe. Y en este caso en particular, el problema es que los demás, obnubilados por la cultura general de un emisor, puedan avalar cualquier tipo de estupidez solamente por quien las dice. Una especie de falacia ad hominem a la inversa.
Alejandro Dolina es uno de los tipos más cultos de Argentina. Todos hemos disfrutado sus programas radiales donde la música, la literatura, la filosofía y la historia se dan cita en un show que es por momentos excepcional. Si bien el conductor de La venganza será terrible ha contado con grandes compañeros de elenco, la versatilidad de Dolina es sin dudas envidiable. La solvencia con la que se maneja en las diferentes áreas por las que transita el programa son dignas de mención.
El tema es que, como le pasa al resto de los mortales, Dolina no puede saber de todo. El problema es que piensa que sabe de lo que no sabe y muchos avalan sus falacias porque es Dolina. ¿Puede una persona tan culta y preparada decir una serie de estupideces de la manera más impune? Claro que sí. Y el negro lo hace cada vez que habla de economía.
Con motivo de la propuesta del impuesto a las grandes riquezas para enfrentar los complicados días de la pandemia del COVID-19, Argentina vuelve a caer una vez más en la falacia redistributiva como solución a los problemas. Con respecto a este debate, en una entrevista Dolina consideró que no hay “razones morales” para oponerse a un nuevo impuesto que les quite a los que más tienen para conseguir los recursos que necesitarían los más necesitados. Y que, lógicamente, administraría el Estado.
No voy a ir en esta oportunidad al debate moral del nuevo impuesto y la cuestión de la propiedad privada de los ricos, ya que no es lo que le preocupa a Dolina. Voy a concentrarme en lo que le quita el sueño a él: la situación de los más pobres. Si Argentina avanza con este nuevo impuesto será un peor país para los que menos tienen, aunque parezca paradójico. La vida del grupo de personas que tenga 1 000 millones de dólares será la misma si pasan a tener 999. Ahora, de continuar en este sentido, el panorama será mucho peor para los que tienen 0 pesos y tienen que ir a trabajar todos los días para la subsitencia de su familia. Si uno analiza las consecuencias económicas, políticas y culturales de continuar en esta dirección, las “razones morales” están del otro lado.
El Estado argentino se ha convertido en el repelente más grande que pueda tener la inversión privada. Y para los que sospechen de la misma y tengan preferencia por la inversión pública, recuerden que los recursos salen de la primera. Podemos discutir qué puede y qué debe hacer el Estado, pero lo que no admite debate alguno es que, lo que haga, se produce con los impuestos que genera el sector privado. ¿Y si se continúa reduciendo el sector privado, qué creen que pasará con los recursos del sector público?
La falacia redistribucionista, que fue eficiente solamente para el beneficio de la casta política, no ha mostrado solución alguna para los más necesitados. El número creciente de planes sociales muestra el fracaso de la política asistencialista del Estado argentino. Es decir, el legado del peronismo. Justamente, Dolina se enorgullece de su identidad peronista y ese es el problema que tiene. Para él esto es una cuestión de pertenencia cultural y política, por lo tanto no admite un análisis pensado y objetivo.
Si algo mostró la pandemia actual es que el Estado que pretende hacer todo no puede hacer absolutamente nada. Las compras con sobreprecios de alimentos por parte del kirchnerismo y la estafa de los barbijos vencidos adquiridos por el macrismo muestra que nada de todo esto tiene que ver con cuestiones partidarias. Es un tema de sistemas e incentivos.
De seguir buscando soluciones de la mano de un Estado cada vez más grande, se seguirán consiguiendo los mismos resultados. Lo que hay que mencionar es que el peor impacto de permanecer en esta ruta lo sufrirán los más necesitados. Dolina podría comprender todo esto leyendo solamente un par de libros. Algo insignificante en comparación con las miles de obras que habrá deglutido a lo largo de su vida. Hay que ver si está listo para escuchar otra campana y si tiene la suficiente apertura mental como para considerar que pudo haber estado equivocado toda la vida.