La cuarentena argentina, producto de la pandemia del coronavirus (COVID-19), es intensa. El Gobierno de Alberto Fernández tiene para mostrar un número de víctimas fatales menor al de otros países de la región (109 para el miércoles al mediodía), pero la contracara de las restricciones públicas es una economía ahogada que puede volar por los aires en cualquier momento.
Ante el silencio de la oposición con todas las cuestiones de fondo y la falta de ideas concretas, el economista liberal y excandidato a presidente José Luis Espert copó la parada mediática. Todos los días el autor de La Argentina devorada y de La sociedad cómplice encuentra cámara y micrófono en pantallas masivas llevando su mensaje al país. Es imposible irse a dormir en Argentina sin haber escuchado a Espert en radio o en televisión.
Su mensaje es propositivo y medido. Ha felicitado al presidente cuando lo ha considerado oportuno y ha llamado la atención con la dureza necesaria cada vez que las situaciones lo han requerido. Por estos días, su imagen debe andar por los índices más altos de su trayectoria profesional.
Esta cuestión reabre el debate sobre su candidatura a presidente en las elecciones del año pasado. Aunque Espert ya era un economista conocido, de perfil mediático y de bestsellers publicados, definitivamente la vida política lo proyectó al público masivo y general.
Cuando decidió postularse las críticas le llovieron por todos lados. Incluso muchos liberales, supuesto núcleo duro de su electorado, lo cuestionaron públicamente. Varios advirtieron que no pensaban votarlo a pesar de estar de acuerdo con sus ideas en general. La polarización entre Mauricio Macri y los Fernández hizo que mucha gente que manifestaba su interés en sufragar por Espert terminara haciéndolo a favor del expresidente por temor al kirchnerismo.
Con el diario del lunes, como se dice en estos casos, podemos llegar a la conclusión de que la candidatura pudo no haber sido en vano, sino todo lo contrario. Haciendo números, no se le puede achacar al economista su responsabilidad en el triunfo del peronismo. Macri, que ni pudo llegar a segunda vuelta, consiguió el 40,28 %. Fernández, que triunfó en primera, alcanzó el 48,24 %. Por su parte, Espert se llevó un magro 1,47 % (poco más de 394 000 votos) suma que no le hubiera alcanzado al expresidente para llegar al balotaje. Ya las primarias, donde el economista liberal había cosechado el 2,19 % (más de medio millón de votos), habían dejado en claro que la polarización era total, pero también que las cartas estaban echadas. Fernández iba a ser el presidente en primera vuelta.
Por aquellos días fuimos pocos los que advertimos que, más que nunca, el “voto útil” no era para Macri-Pichetto, sino para Espert-Rosales. El resultado estaba puesto y lo único que se definía era la posibilidad de convertir al economista en dirigente opositor al proceso que se venía inevitablemente.
Más allá de todo, la sólida argumentación en los debates presidenciales hizo que Espert, que ya era conocido pero estaba más limitado al “microclima” de la política, alcanzara impacto y llegada nacional. Sacando al socialista Nicolás del Caño, de vigencia por su banca de diputado, el resto de los candidatos han desaparecido del mapa. Roberto Lavagna, Gómez Centurión y el mismo Macri se encuentran absolutamente ausentes del debate público. Sin embargo, Espert parece haber podido cosechar una inversión acertada. La catarata de críticas que generó su postulación presidencial hoy se transformó en reconocimiento por ser la única voz que hace algún aporte constructivo ante esta difícil situación.
Espert, que tuvo que hacer un posgrado acelerado e intensivo en política, ya comprende mejor el juego. Por estas horas no pasa facturas ni manifiesta rencores por los agravios. Prefiere guardarse para el fuero íntimo la cuestión de que pudo haber tenido razón todo el tiempo y prefiere guardar fuerzas para una eventual candidatura a diputado nacional el año próximo. En el caso de materializarse esta postulación hay dos cosas bastante probables para reconocer: que seguramente logre el objetivo y que probablemente, para alcanzar la diputación, haya sido necesaria e indispensable la aventura presidencial de 2019.