En la jornada de hoy se viralizó un audio de WhatsApp de un dirigente de la Unión Cívica Radical con palabras tan bochornosas como usuales en el debate político argentino. Julio Carballo, exconcejal de Córdoba y exsecretario del Concejo Deliberante por el macrismo, tuvo un exabrupto en un mensaje de audio privado que terminó haciéndose público.
Palabras más, palabras menos, el hombre de la UCR se refirió a los peronistas de la provincia de Buenos Aires como a unos “negros” que no entienden si no es a “palos” y aprovechó la pandemia del coronavirus (COVID-19) para manifestar un deseo inquietante: la “limpieza étnica” que libre al país de unos cuantos millones de peronistas. Para Carballo, ese punto de partida sería sinónimo de una oportunidad.
Podemos quedarnos en los dichos puntuales y arremeter contra el dirigente político por sus palabras textuales, claro. Seguramente, en su fuero íntimo, al menos quiero darle el beneficio de la duda, Carballo no le desee la muerte a nadie. Probablemente sus palabras tengan más que ver con el deseo de ver perecer al peronismo como concepto y modelo político, sin desear que ningún ser humano pierda la vida.
Claro que venimos de antecedentes complicados en Argentina: el fascismo del primer peronismo, la reacción de “viva el cáncer” ante la muerte de Evita o el discurso del “cinco por uno” del mismo Perón, cuando mandó a sus seguidores prácticamente a la guerra civil. Quiero creer que todo esto quedó atrás y ahora es solamente “una manera de decir”.
Pero sí hay que tomar una idea concreta de Carballo para discutir en serio: el deseo del final del peronismo para que todos nuestros problemas se arreglen de una vez como por arte de magia. Yo pensaba lo mismo cuando era antiperonista. Ya no lo soy. Ahora soy no-peronista, como soy no-radical. El cambio llegó el día que me di cuenta de algo… no de que el peronismo no era lo que yo pensaba (vaya que lo es), sino cuando caí que los demás eran exactamente lo mismo.
Nadie con un poquito de respeto por la civilización puede reivindicar el primer peronismo. Incluso hay peronistas civilizados, si se me permite el término, que dicen que ese modelo corporativista fascistoide fue el reflejo de una época y que no sería aceptable hoy. Pero me interesa reparar en lo que vino después. Aunque la Constitución derogada por el General fue dejada atrás, la inclusión del artículo 14 bis dejó en evidencia que el virus del peronismo en sangre ya había afectado al antiperonismo. A partir de ese momento, radicales y militares soñaron con ser Perón. El fracaso del modelo estatista antiperonista no hizo otra cosa que generar la vuelta de Juan Domingo del exilio, para retornar a la presidencia del país.
Ya en la democracia reciente, el no-peronismo fue responsable de grandes fracasos. La UCR, que terminó afiliada a la Internacional Socialista y se olvidó de Marcelo T. de Alvear -el mejor presidente que tuvo la historia moderna argentina- nos legó la hiperinflación de Alfonsín y su estatismo exacerbado. Pero también nos dejó el fracaso de Fernando de la Rúa y el de Mauricio Macri, al que acompañaron desde el centenario partido. Ambos mandatarios no tuvieron el coraje de generar las reformas de fondo a los dislates peronistas previos y se tornaron en garantes de más peronismo concentrado.
Hay que ser justo y reconocer que cuando el peronismo irrumpió en los cuarenta, el pensamiento fascista y corporativista ya había impregnado en casi toda la dirigencia, incluídos radicales y conservadores. Claro que el justicialismo fue el proceso político que lo plasmó y arruinó un país modelo. De eso no hay dudas. Pero lo cierto es que a partir de ese momento, toda la clase política, salvo honradas excepciones que no llegaron a gobernar, han sido contagiadas de peronitis aguda y crónica.
Que el peronismo, sus modos y su modelo es son problema y una amenaza para el desarrollo del país, claro. Lamentablemente, el otro partido tradicional de Argentina se ha convertido en exactamente lo mismo. En lugar de desearle la muerte a los radicales y a los peronistas por igual, en lo personal prefiero que comprendan las problemáticas que tenemos. No habrá ninguna solución mágica y si el país encuentra la salida tendrá que ser de la mano de muchos radicales y peronistas. Ambos están infectados de estatismo y los dos necesitan ser inoculados con una buena dosis de libertad. La Argentina que puede volver a ser potencia los necesita a ambos sin rencores, pero con un modelo superador.