
Para que el ciclo de la hibernación funcione es necesaria una cuestión: que los salmones se reproduzcan mientras los osos están guardados. De esta manera, no es una sorpresa que el ciclo funcione año tras año y que los osos celebren con un festín la salida al mundo exterior.
En la cuarentena obligatoria del coronavirus (COVID-19) el fenómeno funciona distinto. En Argentina, como en otros países, el sector privado hiberna mientras el producto interno bruto (PIB) se achica. Cuando termine esta pesadilla, y el mundo que nos espere tenga poquitos salmones, la gravedad del panorama estará indicada por los antecedentes de cada país. Las emisiones monetarias salvajes impactarán más o menos según la disciplina y la confianza de cada economía, las ayudas se podrán sostener dependiendo del gasto y el déficit y las posibilidades de recuperación estarán atadas a la salud del sector privado productivo.
Si bien no hay números claros, se estima que la contracción de la producción a nivel global estaría alrededor del 50 %, punto más, punto menos. Esto revela que una semana puede significar una caída del producto. La economía, que a diferencia de lo que piensa Alberto Fernández es tan importante como la vida (no hay economía sin vida, pero tampoco hay vida sin economía) pasará una factura y dejará un daño muy grande. Este bache en la trayectoria intertemporal será sinónimo de un mundo más pobre. Muchos analistas coinciden que podría verse un impacto semejante al que no se ve desde la Segunda Guerra Mundial.
En América Latina hubo dos estrategias que se discutieron mucho durante los días de encierro. La ortodoxia argentina de cuarentena total, que según Fernández y su equipo ya se estudia como caso de éxito en el mundo, y el camino que eligieron países como México y Brasil. Si bien casi todos los analistas cargaron sus dardos contra López Obrador y Jair Bolsonaro, existe una posibilidad que se escapó al debate: ¿qué tal si más allá de la retórica izquierdista y derechista de los mandatarios se esconde otra cosa? ¿Es posible que se haya considerado que dada la estructura económicosocial de esos países la cuarentena total haya sido descartada por inviable? No es la macroeconomía lo único a considerar aquí. Tanto en México como en Brasil existen lugares de alto índice de pobreza y concentración demográfica, como las favelas, donde la aplicación del plan ortodoxo sería un fracaso inevitable. Debería estar dentro del abanico de posibilidades que estos países hayan ido por el único camino posible, en lugar de embarcarse en un proyecto inviable, del que se tendría que recular eventualmente. Una especie de Reino Unido a la inversa.
El mundo que viene es posible que demande más alimentos y commodities agropecuarios que combustible, cobre, hierro y minerales. En este sentido Argentina, Uruguay y Paraguay tendrán alguna ventaja comparativa respecto a algunos países como Perú y Chile. La diversificación de Brasil tendrá sectores que seguramente carguen con la mochila de otros que sufrirán postergaciones.
Perú se ha dedicado a un salvataje ambicioso y las espaldas para morigerar el impacto está directamente vinculada a la disciplina de los últimos años. El país dedicó un potente combo de 90 mil millones de soles (26 mil millones de dólares/12 % del PIB) para sobrevivir salvando la economía. Para la ministra de Economía, María Antonieta Alva, esto es tan simple como la interpretación de los sueños del faraón por José: vacas gordas y flacas. “Décadas de disciplina fiscal permitieron tener semejantes ahorros”, aseguró la funcionaria peruana. El promedio de fallecidos y la gran cantidad de testeos que realizó Chile también tienen que ver con las espaldas un país que, a pesar de la crisis política reciente, pudo afrontar una estrategia de testeos masivos que Argentina no pudo realizar. Aquí ya nadie habla seriamente de contagios, sino de “casos confirmados”.
Paraguay, que en sintonía con Argentina y Uruguay, tendrá algo para venderle al mundo, también podría afrontar la pandemia y cuarentena dignamente gracias al crecimiento de los últimos años. En diálogo con PanAm Post, el académico Víctor Pavón aseguró que el crecimiento que viene teniendo el país de alrededor del 4 % podría permitir que el daño que se viene “sea peor al que sufrirán otros países de la región”. En este sentido, Pavón destacó la importancia de mantener el sistema competitivo y de bajos impuestos, que permite algún orden fiscal y un “colchón” para medidas como el seguro de desempleo que se activó para esta emergencia, pero que no existe de forma regular en Paraguay. Algo para rescatar para la problemática paraguaya es la tragedia con suerte que significó el momento de la pandemia: el COVID-19 llegó luego de que bajó la temperatura y terminara la epidemia del dengue que ya tenía comprometido al sistema de salud local.
Uruguay, que aunque tiene commodities similares a los de Argentina y Paraguay, los que serán demandados, también tuvo la suerte de recibir a la pandemia luego de la temporada de turismo, importante para la economía nacional. Sin dudas este sector de la economía se verá seriamente comprometido por largo rato y los países que dependen de él sufrirán las consecuencias. Centro América y el Caribe son un claro ejemplo de esto. Países como El Salvador, que depende también un 20 % exclusivamente de remesas que recibe del exterior, tendrá un panorama complicado.
Argentina, que no depende de estos flujos, que no le vende al mundo lo que no se demandará en los próximos años y que, una vez más, tiene un punto a favor con la exportación de alimentos, tiene todo en contra por la situación de llegada a la crisis. Hoy, aunque no se vio claramente en los medios locales, el país entró en una especie de default selectivo y las autoridades ya reconocieron que las ayudas y los salvatajes serán sinónimos de emisión monetaria. Una emisión respaldada en la nada misma. De más está decir que el país no hizo los deberes como Perú y que estas políticas de emergencia serán el caldo de cultivo para una nueva crisis y otra espiral inflacionaria. Si bien la demanda de liquidez durante los días de encierro pueden frenar la corrida contra el peso, el día después, ya sin controles de precios ni medidas de emergencia, puede significar una tragedia. La inflación de dos dígitos del año pasado (alrededor del 50 %) puede ir tranquilamente a tres, en el caso de poder evitar el pánico y la hiper.
El escenario de postergación de los problemas de fondo y de parches constantes recuerda mucho la situación vivida entre 1975 y 1988 antes de la última hiperinflación argentina. El escenario es similar, solamente que ahora hay que sumarle la crisis sanitaria, el mundo empobrecido y el agobio de un sector privado que ya está en la cuerda floja.
“Me parece que el Gobierno tiene que rediseñar su estrategia en cuanto a lo que es el combate de la enfermedad. Porque si la producción sigue cayendo de esta manera, la hiperinflación es inexorable. Y quizá tengamos menos muertos por coronavirus, pero en la crisis que va a desatar vamos a tener muchísimos mas fallecidos”, señaló el Javier Milei. El economista, que hasta el momento acertó con varios diagnósticos, muchas veces considerados “apocalípticos”, dejó una advertencia inquietante: la posibilidad de una guerra civil en medio de la peor crisis económica de la historia.