Hoy, 2 de abril, Argentina recuerda a los veteranos y caídos de la Guerra de Malvinas. El episodio bélico de 1982 fue un hito en la historia nacional que apeló a la unidad de la gran mayoría de los argentinos. Los militares hicieron uso del sentimiento nacionalista para buscar dejar atrás las cuestiones vinculadas a la represión, pero también para intentar permanecer en el poder más tiempo.
La capitulación fue el inicio del fin para el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional y para 1983 el país recuperó el sistema democrático. Casi cuatro décadas después el peronismo asegura que una vez más estamos en guerra, y lamentablemente un sector del país acepta gustoso el relato épico oficial que podría ser usado de excusa para la implementación de medidas autoritarias.
Desde que se declaró la pandemia y la cuarentena del coronavirus (Covid-19), el presidente, sus funcionarios y varios periodistas afines insisten con la analogía bélica: estamos en guerra, el enemigo es invisible, es una batalla sin cuartel y todos los argentinos tenemos que estar unidos. Es cierto que la enfermedad es una amenaza, que no se sabe mucho de ella y que no es momento para chiquitaje político ni para enfrentamientos burdos entre nosotros en momentos de emergencia. Estamos de acuerdo. Pero la idea del consenso absoluto a las indicaciones oficiales es algo tan peligroso como la pandemia.
Lamentablemente, el kirchnerismo (y no solamente a nivel dirigencial) se ha entregado a la estrategia presidencial y un importante sector de la opinión pública invita a seguir los preceptos de Alberto, como si se tratara de un mesías.
Aunque jamás puedan llegar a reconocerlo, las actitudes de los kirchneristas por estas horas son extremadamente similares a las del público afín al Gobierno militar. La estructura mental y argumental parece calcada. Antes, unos no cuestionaban la represión ilegal, y ahora los otros no quieren hablar de la corrupción monumental e innegable. Los argumentos son los mismos: hacerlo sería sinónimo de funcionabilidad al enemigo.
En un caso era “la izquierda”, “el marxismo” y los supuestos “enemigos de la patria”. En el otro es “la derecha”, “los empresarios”, “los sectores concentrados” y, claro… los “enemigos de la patria”. El marco epistemológico es aterradoramente idéntico. El renunciamiento a la autocrítica individual, la fe dogmática en el líder y el repudio al que salen del rebaño son otros denominadores comunes entre ambas plateas que, aunque se odian entre sí, tienen más cosas en común de lo que ambos puedan llegar a reconocer.
El sistema de salud privado: ¿La primera víctima de la guerra?
Desde anoche que circula en los medios de comunicación la versión de que mediante un Decreto de Necesidad y Urgencia, el Estado pueda disponer de todas las instalaciones médicas privadas en el marco de la pandemia actual. Aunque todavía no es oficial, desde el sector criticaron duramente la medida y manifestaron que ya se encuentran trabajando codo a codo con las autoridades, por lo que no sería necesaria ninguna medida semejante. Una política en este sentido, en medio de la guerra retórica de “patria” y “antipatria” sería un absoluto bochorno. El Gobierno tomaría como escudo a un sector del electorado irresponsable, pero dispuesto a argumentar en todos lados que, en circunstancias como esta, la salud no puede ser negocio.
Mapa actual al 2 de abril al mediodía
Hasta el momento hay 1 133 casos registrados, 34 muertos y 256 recuperados. Las autoridades de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires reconocieron hoy que la cantidad de asintomáticos que transitan por las calles para hacer sus compras básicas es “mucho mayor a lo que creemos”.