De la misma forma que ocurre con las personas ante el temido coronavirus, los países reaccionan de manera diferente ante las crisis de la economía global. Si la enfermedad ataca a un cuerpo sano, con defensas y en buen estado, lo más probable es la sobrevida. Ahora, si el virus afecta a un organismo complicado, con serias enfermedades preexistentes, el desenlace tiene muchas probabilidades de ser fatal.
Hoy el mundo se da el lujo de titular “lunes negro” en la mayoría de los países. Pero si estos coletazos merecen la descripción del color más oscuro para economías medianamente sólidas, en Argentina tendríamos que encontrar una nueva forma de describir lo que es una jornada nefasta.
De la mano del sacudón externo, hoy el riesgo país nacional tuvo uno de sus picos más altos: esta mañana llegó a superar los 2800 puntos básicos, algo que no ocurría desde 2005. En el peor momento del año pasado, tras la caída de Mauricio Macri en las primarias ante el peronismo, el índice había llegado a los 2500. Esta mañana, el temor y la incertidumbre sobre las posibilidades del Estado de hacer frente a sus compromisos quedó en evidencia.
Para los analistas, el contexto internacional hizo que los agentes económicos se desprendan de los activos más volátiles y el país está considerado como de “alto riesgo”. Todo esto ocurre en medio de la negociación de la reestructuración con los acreedores privados.
“En línea con la aversión al riesgo de los inversores a nivel global, donde se observan flujos de capitales yendo hacia activos refugio, y la ausencia de novedades sobre el proceso de negociación de la reestructuración de la deuda soberana, el mercado argentino no es ajeno a la coyuntura”, señalaron de la consultora Puente.
El sueño roto de YPF y Vaca Muerta
Para la clase política argentina, que se niega a impulsar una reforma estructural que reduzca considerablemente el tamaño del Estado, hay dos salvavidas de los que agarrarse. Uno es la fuente de dólares actual y la otra es la eterna promesa. El sector agropecuario, que subsidia al resto de la economía y al que prácticamente saquean con impuestos, retenciones y pesificación de exportaciones a precio vil, ya está listo para dar batalla una vez más. Ante el anuncio de un incremento aún mayor en la presión impositiva, las organizaciones ya comenzaron a suspender sus actividades y a evaluar medidas de fuerza.
Pero la promesa a futuro y la ilusión del maná del cielo que significaría el yacimiento de Vaca Muerta también se le escabulle de las manos al Gobierno de Alberto Fernández. El presidente nombró al frente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) al ortodoxo Guillermo Nielsen, convencido de que ese sería un puesto sin lugar para errores o tonterías (mucho menos divagues ideológicos de algún kirchnerista trasnochado). Pero en medio de todos los inconvenientes alrededor de la difícil inversión para el largo plazo, hoy el derrumbe en el precio del petróleo significó un cachetazo para las ilusiones oficiales. Con el barril de referencia en 33 dólares, automáticamente los proyectos que giraban alrededor de Vaca Muerta pasaron a ser considerados “inviables”.
Para los especialistas del sector, dadas las características de la zona, el yacimiento requiere producción no convencional, por lo que la reacción a la hora de dar de baja inversiones es bastante alta.
“La crisis del petróleo tiene un efecto devastador porque la economía más grande del mundo, la de Estados Unidos, está basada en el petróleo. Si el petróleo cae de 50 a 30 dólares el barril genera un descalabro tal que repercute en todo el mundo. Y Vaca Muerta, a 30 dólares el barril, es inviable absolutamente”, señaló esta mañana Ricardo López Murphy.
En la jornada de hoy, las acciones de YPF en Wall Street cayeron un 21 % y el panorama es sombrío.